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Hace tiempo que el doctor Jim Horne, neurocientífico y director del Centro de Investigación del Sueño de la Universidad de Loughborough (Reino Unido), y también la Fundación Nacional del Sueño de EE UU, han constatado que las mujeres necesitan un promedio de 20 minutos más ... de sueño que los hombres. El problema se agrava cuando la realidad es la contraria y la mujer duerme esos mismos 20 minutos menos que el hombre. Además, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Pensilvania (EE UU) constata que la mujer destaca en habilidades de comunicación, de capacidad analítica e intuitiva así como en memoria y cognición social, pero esta capacidad (que facilita la multitarea) también es más agotadora. Como no puede ser de otro modo, la multitarea es más agotadora que la localización en una tarea concreta. Nuestro cerebro es el órgano que mayor consumo energético precisa (puede llegar hasta requerimientos del 30% de la energía ingerida), sobre todo cuando lo estresamos o sometemos a más presión de la que puede admitir. El cerebro de la mujer está capacitado para trabajar en tres y hasta cuatro temas de modo simultáneo, a la vez, pero para ello requiere un gasto energético mayor y una menor intensidad en cada uno de los temas tratados.
Según otros estudios, las mujeres de entre 30 y 60 años duermen unas seis horas al día y la mayor dificultad que tienen para conciliar el sueño reside en experimentar más somnolencia durante el día. Este hecho lo podemos constatar en muchas ocasiones cuando, simplemente, comprobamos que con el paso del día nuestras capacidades se ven mermadas; se va disminuyendo nuestra capacidad de pensar con lucidez, de tomar decisiones con eficiencia, de comunicarnos con la certeza de que nos estamos haciendo entender o de sopesar con mayor riqueza las diferentes alternativas que nos presenta nuestra existencia ante diferentes retos, las más de las veces, excluyentes en si mismos. Esta carencia de sueño provoca, entre otros efectos, falta de concentración y aumento del apetito y por tanto de peso, todas ellas consecuencias poco deseables.
Quisiera también destacar dos factores más que inciden en la calidad del sueño y que entran de lleno en esa capacidad de multitarea y son las pantallas electrónicas. Unas, las de móviles y tabletas, tienen la capacidad de provocar tal destello en nuestro cerebro (por la luz azul que desprenden) que provocan un retraso, de hasta en veinte minutos, de la «paz mental» precisa para conseguir el advenimiento del sueño. Además estamos forzando a nuestro cerebro a pensar en lo que estamos viendo o leyendo, con un esfuerzo de concentración máximo en el momento más agotado del día. La otra pantalla es la de la televisión en donde, además del efecto de deslumbramiento que produce, provoca que el nacimiento del sueño venga condicionado por lo que nuestro cerebro está escuchando en esos momentos, en los que todos los inputs que acceden a nuestro cerebro condicionan la calidad del sueño y sus contenidos.
Está demostrado que lo que oímos en esos instantes puede provocar miedos, alteraciones o cambios en lo que soñamos y los sueños impactan en nuestro inconsciente hasta extremos que la limitación de este artículo impide llegar a profundizar.
Mi deseo, mi sueño en femenino, al escribir este artículo, es concienciar a todas las mujeres (mucho más afectadas de problemas en su salud emocional que los hombres) de la conveniencia de llevar a cabo tareas de focalización mental (mindfullness), dedicar más tiempo al sueño y al descanso y, en el fondo, a delegar más tareas domésticas a la pareja o a los hijos para liberar su mente de multitud de responsabilidades, que son las que le obligan a ser multitarea. El control mental, la relajación y un mayor espacio para la tranquilidad son esenciales para ello. Los sueños no sólo sueños son.
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