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Un médico africano, de visita en mi hospital inglés, con el que compartimos actividad y mesa y mantel junto con compañeros británicos, coincidió el día de Halloween con nosotros y la pregunta fue tan obligada como obvia: ¿Cómo lo celebráis en Nigeria? Pues lo celebramos, ... al igual que nuestros vecinos de Chad, Camerún y sobre todo de Benín, que por cierto es el lugar de nacimiento del vudú («voodoo»), llevando a nuestros muertos la comida y bebida que más les gustaba y compartiéndolo con ellos», nos dijo.
Debimos de poner una cara tan occidental como impertinente a lo bwana, como para originar su respuesta inmediata en perfecto inglés dado que se había formado en Manchester: «Nuestros muertos es probable que no coman ni beban mucho, pero los vuestros os aseguro que no huelen una mierda vuestras flores», nos espetó...
Una buena lección de conducta que encajamos con sonrisas nerviosas y disculpas varias que afortunadamente fueron suficientes para restablecer la situación y que todo quedara en el olvido. Lecciones dará la vida...
Las costumbres, todas, las tradiciones, todas, el folklore entero, la idiosincrasia de cada pueblo y las religiones, sobre todo las religiones, todas, hasta en lo más incomprensible deben de ser respetadas dentro de sus ámbitos.
El Día de Halloween también, solo faltaba, aún siendo una costumbre macabra y perturbadora de los países sajones. Comprenderlo, por supuesto, pero sin abandonar el recuerdo emocionado de nuestros difuntos, la oración sobre su tumba, su memoria, que con recogimiento cristiano y con flores, tiene poco de sambódromo de cadáveres que no debería de estar presente durante toda esa larga semana en todos los ambientes de nuestra vida. Cada año que transcurre más se extienden el tiempo y los aspavientos paganos de esta celebración funeraria, convirtiéndose en un carnaval pintoresco que soporta cualquier tipo de maquillaje sanguinolento. Un horror que nos ha metido el merchandising americano en época difícil e inflacionaria que debería de ser más contenida.
Pero creo conocer el secreto del éxito y consiguiente implantación en nuestras calles de esa seducción cadavérica importada, no tengo dudas: desconozco el porqué, pero Halloween gusta a los niños. Parece inexplicable pero así es, gusta el disfraz, gusta el «truco y trato» que tan rotundo suena en inglés («trick or treat») y se celebra con actuación lo pálido y cadavérico. Existe algo superior a nosotros en ese comportamiento que por muy iluminado que esté con bombillas publicitarias no se explica bien su éxito. Y desde luego si le gusta a los niños habrá que transigir. Nada más gratificante que la felicidad momentánea de un niño o de una niña aunque sea con armas de brujería o imitando la muerte que afortunadamente desconocen, que tiempo habrá. Pero no una semana, por Belcebú, que por allí anda disfrazado; con unas horitas o con un día, ¡suficiente!
Y que después de tanto horror sanguinolento televisado vuelva la cordura y los colores sonrosados a las mejillas de nuestros niños que así están mejor. Y por cierto, ni uno más con hambre si tenemos un poco de dignidad en esos manoseados Presupuestos Generales del Estado de 376.997 millones de euros que dan para mucho y son ¡suficientes!
Si no somos capaces de evitarlo, ni tenemos en cuenta en nuestro Presupuesto que más de dos millones de niños pasan hambre según Cáritas, paseando esa palidez durante todo el año, mal andamos y peor país somos.
Propongamos un truco y un trato: si el presupuesto que aprobaremos dentro de unos días lo comenzamos a gastar con un déficit de 1.600 millones que es una minucia para lo que suele desviarse anualmente, estaríamos ayudando con 800 euros a cada niño y a su madre que pasan hambre. Si existe un niño con hambre siempre hay una madre que se lo ha dado todo y la padece a tope. Es muy fácil, ¿vale el truco de empezar a gastar el presupuesto por ahí para dormir tranquilos? y ¿ vale el trato de hacerlo efectivo de inmediato? Sería un día de Halloween tan extraordinario como feliz y transformaríamos tanto horror sanguinolento televisado en un día, en una fecha, de recuperación del color que tanto tiñe de alegría siempre nuestras cosas. Cómo tiene que ser.
Y eso aunque Bildu, PNV y ERC sigan ejerciendo su chantaje que eso ya lo arreglamos de otra manera en las urnas.
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