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La comunidad autónoma de Cantabria ha tenido desde su origen, tras la Constitución de 1978, un comportamiento leal, solidario y empático con el resto de regiones y con las instituciones del Estado. Apenas algunos incidentes y escasas protestas contra los diferentes gobiernos de España. No ... es hiperbólico afirmar que este territorio uniprovincial ha sido ejemplar en el trato con sus pares y un remanso de paz en una España convulsa.
En Cantabria no ha existido una banda criminal como en el País Vasco, ni se ha dado un golpe de estado como en Cataluña. Tampoco se han producido movimientos para activar grupos de corte separatista que buscan saltarse la Constitución y balcanizar España.
El resultado de esta lealtad y solidaridad no ha tenido recompensa. Desde los diferentes gobiernos de España se han atendido mucho mas las demandas de los díscolos (eufemismo) que de los disciplinados. Los cántabros apenas reaccionamos ante los incumplimientos y desprecios del gobierno de España.
Los dos grandes partidos políticos, el PP y el PSOE, han gobernado España, bien en solitario, bien en coalición, tras los ejecutivos de UCD, y tanto unos como otros se han plegado ante las amenazas de los separatistas y han beneficiado a aquellas poblaciones que han amenazado la estabilidad del gobierno. Cantabria se percibe, desde la centralidad, como una comunidad sumisa, que en definición del diccionario de la RAE significa: Obediente, rendida y subordinada.
En estos últimos años esa apatía o carencia de espíritu reivindicativo se ha acentuado. Los ejemplos abundan. La obra de las conexiones de la autovía de la Meseta con las del eje de la costa se han parado hace un año. Ni una manifestación, ni una pancarta..., apenas la nota de prensa de los partidos en la oposición. La situación del nudo de autovías en Torrelavega presenta la viva imagen del abandono y la incapacidad de los cántabros para levantar la voz.
Los nuevos trazados, parcialmente iniciados, obligan a una señalización de obra, provisional, que supone un riesgo elevado para los conductores. Es casi milagroso que no se haya producido un accidente en estas semanas de verano, con intenso trafico.
El abandono en las playas de Santander es otro ejemplo. A pesar de los avisos de que el verano estaba en puertas y las playas carentes de atención, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico -¡qué nombre tan pretencioso para sustituir al clásico de Fomento u Obras Públicas!- no ha llevado a cabo los trabajos precisos para tener los arenales en condiciones.
Ni una protesta, ni una concentración. Ni siquiera, los que en su día se manifestaron tímidamente contra el malecón de la Magdalena han regresado con sus pancartas para exigir que se ejecute la orden, ya emitida hace muchos meses, para eliminar la escollera. Silencio. Quizás, porque ya ha quedado claro que la competencia en las playas -salvo limpieza y socorrismo- recae en el gobierno PSOE-Podemos.
Los santanderinos hemos permanecido mudos, sumisos y resignados ante un ministerio que ni ha demolido el malecón y acondicionado la playa, ni ha sido capaz de terminar el proyecto de la Universidad de Cantabria y el IH. Cantabria no preocupa a los ministros. No escuchan voces, ni ven noticias en los informativos de TV nacionales... Tranquilidad por tanto y dedicar los recursos a quienes desafían la estabilidad de su cargos en el ejecutivo.
La relación de abandonos y ninguneos es extensa. Desde la parsimonia con las que se ejecutan los proyectos para extender la red AVE a Reinosa, hasta el corte de tráfico ferroviario en pleno agosto de la conexión de Cantabria con la Meseta.
La colaboración, la lealtad y las buenas maneras no producen resultado. El gobierno de España no escucha a los cántabros, es posible que la razón sea que hablemos en voz baja, con mesura y educación. Atienden con presteza a catalanes, vascos y levantinos porque amenazan con poner punto final a esta legislatura... y dejarlos a ellos sin sus cargos.
La historia enseña: cuando ha gobernado el PP, la derecha cántabra se ha puesto a las órdenes de la dirección nacional, sin levantar la voz ni convocar jornadas de protesta que incomoden a los señores ministros. En las etapas de gobierno socialista, la izquierda en Cantabria ha dejado de protestar, los sindicatos se han amansado y el gobierno de España ha seguido adelante sin prestar atención a este reducto norteño.
El Partido Regionalista de Cantabria ha sido copartícipe en los diferentes gobiernos autonómicos, con la derecha o la izquierda, y siempre en sintonía con el color de quienes resultaron elegidos. Un PRC medroso que apenas alza la voz. Así estamos esperando que, sin ruido, escuchen la voz de Cantabria en el gobierno de España.
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