Supervivientes

La Cruz Roja, según Paula Rivarés, su directora en España, atendió tras la pandemia a 196.897 jóvenes lo que significa un 97% más que en la etapa anterior y, por otra parte, casi la mitad de la juventud encuestada asegura que tiene miedo a un futuro que la acabe despojando de derechos y oportunidades convirtiéndola en superviviente en un mundo, insoportablemente, hostil.

Parece claro que la pobreza, como la riqueza, se hereda, pero en el primer caso la herencia consistirá, desde muy joven, en un bucle imparable cuyas características más significativas serán la infelicidad y la desesperanza.

Lo curioso, una vez más, es el silencio cómplice de la mayoría de una sociedad incapaz de rebelarse frente a las agresiones que un día tras otro estamos viviendo, la demencial subida de los precios de los alimentos, de la luz y de los combustibles, de los libros de texto por no hablar del coste de la vivienda y de tantas otras cuestiones.

No parece fácil a quienes viven sumidas en la pobreza, o en sus cercanías, sean jóvenes o mayores salir de un atolladero en el que no se metieron voluntariamente y aunque esta situación no se da solo en España quiero recordar aquí aquellos versos de Miguel Hernández: «Sangre que no se desborda/ juventud que no se atreve/ ni es sangre, ni es juventud/ ni relucen, ni florecen. Cuerpos que nacen vencidos/ vencidos y grises mueren/ vienen con la edad de un siglo/ y son viejos cuando vienen