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Vivimos en una sociedad plural, democrática y consumista en donde cualquier cosa, incluso idea o creencia, es susceptible de ser mercantilizada. La Navidad no se escapa, con mayor o menor acierto, y a veces cae en la chabacanería y la zafiedad. Este año se ... habla de la campaña publicitaria de un calendario de adviento de una archiconocida marca de perfumes, y de la provocación de un belén con productos dulces con formas de órganos sexuales en Sevilla. Supongo que a los franquiciados de esta cadena no les gustará perder clientes en otras ciudades por semejante idea. También hay quienes se preguntan si se animarán a realizar una campaña similar en el Ramadán. Hace unos días, Javier Blázquez nos recordaba los derechos humanos y la intolerancia. Y en temas de religión, el semáforo de la intolerancia funciona como el var del fútbol.
Mientras, nuestros ayuntamientos compiten con sus festivos alumbrados, en algunos casos hasta valen para las fiestas patronales, pues los motivos de estas fechas brillan por su ausencia. Gracias a la Ley de Economía Sostenible, que obliga a un mayor grado de transparencia en el sector público, podemos saber su coste. Los que menos pagan por habitante son los granadinos (0,03 euros). Valencia (0,4), Santander (1,4), Madrid (1,1) y Barcelona (1,3) gastan mucho, pero se reparte entre mucha gente. Y superando los tres euros están Soria (3,4) y Huelva (3,9).
Con todo este tinglado, no es de extrañar que muchas personas se confundan y lleguen cansadas y hartas de la Navidad. Habrá otras que no les gusten estas fiestas por múltiples motivos, entre ellos el recuerdo de las personas queridas, que ya no están entre nosotros.
La electoralista y oportuna visita de Yolanda Díaz al papa, ha molestado por igual a la 'izquierda woke' como a la 'derecha business', como bien explica Hasel-Paris Álvarez Marín en un artículo. Curiosamente es el politólogo Mark Lilla, ferviente liberal progresista y contrario al pensamiento político cristiano, el que afirma que el cristianismo es el único ideal coherente. Al señalar la economía del descarte, por un lado, critica la «obsesión por reducir costes laborales y sanitarios» (derecha business), y por otro, la eliminación de «los que todavía no son útiles (los no nacidos) y los que ya no sirven (los ancianos)» (izquierda woke). Además, el pensamiento cristiano es el único capaz de tender puentes. En un mundo más polarizado, los cristianos leen por igual 'las encíclicas papales', como obras de Marx, el anarquista Proudhon, Martin Heidegger el nazi, Hannah Arendt la judía, Simone Weil la mística y George Orwell el ateo.
Pienso que tanto la izquierda como la derecha están a gusto en la confrontación y no quieren que nadie construya puentes y les desmonte el chiringuito. Por ello, la progre izquierda quiere reducir el cristianismo al ámbito privado -no pasa lo mismo con otras religiones como el islam-, y a su vez pretende sustituir la transcendencia por un transhumanismo híbrido entre ciencia y tecnología con tufo intelectualoide. Mientras, la especuladora derecha hipnotiza con el becerro de oro, anima las inmatriculaciones, unas válidas y otras más que dudosas, a la vez que mira para otro lado, cuando no oculta abusos de todo tipo.
Sin embargo, ambas (derecha e izquierda), lo que más temen del cristianismo son estas dos cosas: Jesús es lo contrario a sus líderes, pues en vez de servirse de, ha venido para servir a. Pide ser el último. Además, ofrece soluciones a los problemas de las personas. Da de comer al hambriento, de beber al sediento, cura al enfermo, escucha al que lo necesita. Muestra compasión y empatía por la otra persona. Justo, todo lo contrario a lo que ellos hacen.
Además, Jesús, hijo de Dios, ha venido para salvar a toda la humanidad. Nos muestra el camino y sobre todo nos trae esperanza. Una esperanza en que un mundo mejor es posible y que se empieza a construir en nuestro mundo terrenal. Esa esperanza, junto con la creencia de que el César era un hombre más, fue la que temieron los emperadores romanos. Por ello, persiguieron a los cristianos. Constantino tomó la decisión de romanizar la iglesia, dando preponderancia a la iglesia de los ordenados, y así la iglesia de los bautizados quedó relegada. Por eso, el actual 'Sínodo' es tan importante, y desde ciertas esferas se está minusvalorando. Volviendo a nuestro tema, son esos susurros de esperanza, de los que habla la teóloga Cristina Inogés, los que más temen la especulativa derecha como la progre izquierda. Pues cada año, por Navidad, vuelven a recordarnos que Jesús viene a estar con nosotros, y que cada Semana Santa muere por nosotros, y que cada Pentecostés nos deja el Espíritu Santo para ayudarnos a discernir. Esa presencia del cristianismo a lo largo del año es la que quieren acallar con la mercadotecnia, los belenes laicos, los bautizos y comuniones civiles y con el 'felices fiestas'. Por ello, les deseo 'Feliz Navidad' y los animo, entre tanto ruido, a prestar atención a los susurros de esperanza.
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