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En el último tercio del siglo XIX (1872) un grupo de jóvenes e inquietos intelectuales norteamericanos funda en Cambridge (Massachusetts) el Club Metafísico. Se trata de una tertulia de aspecto convencional idealista y entusiasta que, de pronto, se convierte en nada menos que la ... creadora del pragmatismo, que supuso la revisión y el cambio en profundidad de la construcción intelectual de EE UU, vigente todavía desde su Guerra Civil y, en cierta medida, anquilosada en ese momento. Un gran referente para el mundo intelectual.
Todos aquellos jóvenes fueron muy influyentes en la vida cultural, académica y política de Norteamérica en un tiempo tan trascendental que originaría un impulso intelectual y ético decisivo en la formación de sus jóvenes, incardinada en ese ideal pragmático cuando amanecía el siglo XX. Significó la corriente más representativa de la América: blanca, protestante, demócrata y capitalista de la que será potencia mundial hegemónica de Occidente en ese siglo.
Nombres como los de Holmes, James, Pierce o Deway y algunos otros fueron la historia del pragmatismo, un tanto ocluido en la llamada guerra fría, pero recuperado intensamente tras la caída del Muro de Berlín. Muy bien contado, por cierto, por Louis Menand, premio Pulitzer en 2002, en el que fue el libro de Historia contemporánea de más éxito en Estados Unidos, donde se revisaban como vigentes los principales fundamentos del pragmatismo: tomar ideas «reguladoras» como las de Dios y Alma capaces de guiar el conocimiento, copiar lo mejor de cada casa -por ejemplo de Kant el carácter proposicional y activo de las creencias dentro de las universidades-, y sobre todo plasmar y copiar lo mejor de la enseñanza alemana o inglesa, mojándoles la oreja o haciéndoles un sorpasso como se dice ahora.
Este pragmatismo de «robar lo mejor» hace que universidades como Chicago o Yale desciendan a lo práctico con la idea de que la filosofía debería de ser un tipo de conocimiento al alcance de cualquier hombre o mujer. Consigue así que la John Hopkins o la misma Harvard evolucionaran hasta nuestros días punteras en ciencia e intelectualidad, y sean el espejo en el que se miran o quieren mirarse todas las universidades del mundo en este momento.
Lo hicieron, evaluando sobre todo unos principios para ellos irrebatibles, indiscutibles e inexorables:
A) Premio al esfuerzo y mérito.
B) Trabajo duro y virtud.
C) Enseñanza práctica.
D) Libertad de expresión.
E) Amor patriótico.
¿Y mientras tanto Europa? Pues perdiendo hegemonía metida en discusiones de fronteras o de pensamiento.
¿Y mientras tanto España? Pues «pillando moscas», valga la expresión, cuando bien podríamos al menos en lo teórico haber dado lecciones sino pragmáticas, sí idealistas con nuestra historia universitaria de casi mil años. No olvidemos que el primer título de Doctor universitario norteamericano se concedió en la Universidad de Yale en 1861, realmente hace nada. Mientras, nosotros en aquel momento, metiéndonos en líos, sin progresar y perdiéndolo todo en las colonias.
¿Y ahora? ¿Cómo tenemos las cosas ahora? ¿Cómo las vemos? Se explica en pocas palabras: frente al idealismo y al pragmatismo, nuestro fatalismo. Es así, cuando aquí en el progreso intelectual y político todavía puede «colar» el comunismo ortodoxo que nos hace retroceder hacia la edad de piedra cultural, docente y universitaria, sobre todo en lo más básico, la Enseñanza Secundaria, con bases docentes antiguas, carentes de sentido común, que «convencieron» a la pretenciosa ministra Celaá para su ley sectaria a punto de alumbramiento con fórceps (Lomloe), pagando apoyos.
Principios como:
Noes:
No a la enseñanza concertada. No a la enseñanza privada. No a la enseñanza especial (necesidades educativas especiales-NEE). No al castellano como lengua vehicular en algunas regiones. No al esfuerzo, mérito y capacidad. No a reválidas. No a la asignatura de religión. No a las competencias en materia de inspección educativa que pasan a manos del separatismo feliz.
Sies:
Sí a la educación de los hijos por el Estado (¿?). Sí a la asignatura de Formación Democrática (del Espíritu Nacional). Sí a la asignatura de Educación Sexual a partir de los 6 años. Sí a la asignatura Cultura de las Religiones (¿?). Sí al acceso a un nuevo ciclo con asignaturas pendientes, las que fueren. Sí al acceso a la Universidad, light.
Es imprescindible entonces, más que nunca, mostrar que la Universidad es y debe de ser siempre elitista. Pero obviamente para una élite intelectual, no económica y sólo puede ser igualitaria en los conceptos, si coinciden, en el pensar, en el saber o en la crítica. Quien no esté capacitado no debe de acceder o ingresar en la Universidad pública y quien lo esté y lo desee debe de acudir -¡siempre!- como correspondencia al esfuerzo, al mérito y la capacidad.
La misión principal de quien gobierna, entonces, es lograr que no se pierda una sola posibilidad inteligente en el camino por falta de medios. Que exista una auténtica y generosa igualdad de oportunidades. Esa es la auténtica misión del político con respecto a la Universidad y no el partidismo, la confrontación o el sectarismo.
Dicho esto, es muy fácil colocarle a la casualidad o al victimismo o a la fatalidad o a los astros y sus confluencias que nos haya sucedido lo peor, o cosas, o situaciones desagradables o desgraciadas. Y muchas veces, ya con una reflexión más acomodada intelectualmente, le colocamos la pertenencia al destino que nos deja mejor ante nosotros mismos con lo indeseado.
Pero en fin, fuere como fuere: casualidad, victimismo, fatalidad, mala fortuna, destino, conjunción astral Júpiter-Saturno o maldición divina como advertencia o reconvención, el hecho irrebatible y cierto es que existe una desgraciada coincidencia que se repite y repite desde hace años y que en cada ocasión se reagudiza atribulando, desestabilizando o hiriendo a nuestra querida España: es que estamos dirigidos por incapaces. «Uma desfeita», que dirían los portugueses que están de moda y eligen muy bien sus calificativos. Llaman Estado de calamidad a nuestro Estado de alarma por ejemplo.
¿Habrá menor sutileza? Pues eso.
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