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El pasado día 16 conocimos la intención del Gobierno de Cantabria de dar el nombre de Rafael de la Sierra al Centro de Estudios de la Administración Regional. No seré yo quien niegue méritos a Rafael de la Sierra para dar nombre a tal centro, ... por ser persona de indudables merecimientos de quien me honré con su amistad y al que aprecié en su valía como persona, como profesional y como político. Ello no es obstáculo para recordar que el mencionado Centro fue impulsado y potenciado por quien en 1986 era consejero de Presidencia en el Gobierno de Ángel Díaz de Entresotos, Ramón de la Riva López-Doriga. A este respecto aún recuerdo cuando, recién llegado a la Administración Regional, el citado consejero me dice: «He visto una finca extraordinaria para sede del nuevo Centro de la Administración Regional. Tienes que verla, es magnífica y podemos instalar allí el Centro en muy poco tiempo». Con gran entusiasmo describe los edificios que tenía y la extensa finca en la que estaban aquellos ubicados, toda ella rodeada de una magnífica tapia de piedra que contaba, en una de sus entradas, con una notable portalada. Su sorpresa fue grande cuando le dije que la finca y casona, que con tanto detalle me había descrito, era la antigua residencia de don Marcial Solana, ubicada en La Concha y que yo conocía por haber nacido en Villanueva, pueblo limítrofe del anterior, y ambos pertenecientes al Ayuntamiento de Villaescusa.
A tal efecto, en un artículo publicado en este mismo periódico en mayo de 1984, decía: «Hace escasos días se ha presentado a la Asamblea Regional la propuesta de crear una Escuela Regional de la Función Pública, a la que, desconociendo la suerte que pueda sufrir en los debates parlamentarios, me atrevo a desear suerte, ya que su creación sería, a mi juicio, sumamente beneficiosa para nuestra Diputación Regional. La propuesta formulada no es ninguna novedad, ya que en más de un programa electoral figuraba un proyecto de esta naturaleza, el propio consejero de la Presidencia de Cantabria ha expuesto la conveniencia de su creación, y centros análogos al propuesto existen tanto a nivel nacional como de alguna comunidad».
Justo es por ello resaltar que el consejero de Presidencia por aquellos años era Manuel Pardo Castillo, que procedía de la extinta UCD, y formaba parte del Gobierno del ya mencionado presidente Díaz de Entresotos, por lo que el Centro, creado por la Ley 5/1986, creo que algo debe a tal consejero, al igual que su puesta en marcha, su potenciación y su desarrollo algo debe también a su sucesor, Ramón de la Riva.
Recordar los méritos y esfuerzos realizados en favor de la comunidad por quienes en un momento dado se dedicaron a la acción pública creo que es algo positivo que debiéramos practicar con más frecuencia.
A tal efecto quisiera recordar hoy el escrito publicado hace ya seis años, con motivo de las bodas de plata del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en el que decía: «La creación de este parque se debe al entonces presidente de Cantabria, quien, llevado por su pasión por la naturaleza y los animales salvajes, consideró que la mina de hierro sobre la que el mismo se asienta era el lugar idóneo para instalar en él un parque de las características del que ahora conocemos. Quien tenga edad para recordar la política cántabra de aquellos años ya sabrá que me estoy refiriendo al presidente Juan Hormaechea, político ampliamente discutido y discutible, cuyo concepto de la acción política era tan distante del mío que aunque hubiera querido hacerlo no me sería posible realizar un análisis objetivo de la misma. Lo anterior no es obstáculo para reconocer que su decisión de convertir una antigua mina de hierro, sin ningún futuro, en un extraordinario parque de la naturaleza, que veinticinco años después es uno de los referentes mas importantes de nuestra región y uno de sus atractivos turísticos mas extraordinarios, merece un reconocimiento a la persona que lo hizo posible. Por ello, al cumplir sus bodas de plata, sería el momento oportuno de dar al mismo el nombre de su creador, pasando así a denominarlo Parque de la Naturaleza de Cabárceno Juan Hormaechea», concluía aquel artículo.
A pesar del tiempo transcurrido nada se ha hecho en ese caso, como tampoco en otros muchos que merecerían nuestro reconocimiento, por lo que si como dice el refrán, «ser agradecidos es de bien nacidos», bienvenidas sean aquellas propuestas de reconocer a quienes lo merezcan los trabajos hechos en favor de la colectividad, aunque, lógico es también que demos, a la hora de otorgar honores, a cada uno lo suyo.
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