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Tal como éramos

El titubeo que subyace en la toma de medidas represoras de movimiento es ahora más patente a causa de los efectos colaterales que tales medidas están ocasionando en el empobrecimiento de las economías

Lunes, 16 de noviembre 2020, 07:19

Cuando se llega a la edad de la experiencia es muy frecuente acudir a frases acuñadas de suficiente arraigo, como por ejemplo «todo tiempo pasado fue mejor». Podemos aquí recordar que no hace más de seis meses se respiraba un descontento general ante la situación ... económica y social de España. Practicábamos la crítica a la existencia en términos diáfanos y evocando el apelativo a Caifás: sin rasgarnos las vestiduras, manteniendo actitudes beligerantes con la la Administración ante el fenómeno del descontento general, últimamente reprimido por el asolamiento del covid-19. Pero la pandemia no es óbice para que sigamos preocupándonos por la juventud que permanece presa en esta sociedad donde la tiranía del mercado margina todo lo que no da fuertes rendimientos productivos. Las capas débiles, las que no pueden imponer su dominio de la situación, son marginadas. Léase los mayores, los jóvenes candidatos al primer trabajo y carentes de titulación o especialización, los estudiantes, los ineptos, los discapacitados o disminuidos, los parados. Los intereses de los gobernantes se mueven por caminos de encuestas para seguir en el poder, muy lejos del sentir popular. El Estado de alarma impone limitaciones a los que sufren hoy, mucho más que ayer, por las circunstancias calamitosas vividas. Que sepan los gobernantes que no se puede ocultar, ni aún por la mediatización de la enfermedad, la pelea por las necesidades vitales cuya lucha se hace hoy día más patente que nunca a pesar de las grandes aportaciones colectivas que la pandemia ha resucitado en la sociedad. La lucha contra el derrumbe económico por la crisis social que vivimos debe tener su objetivo en salvar la seguridad social e incentivar la economía para que palíe las lacras sociales del angustioso parón vivido y viviente, con prioridad al temor por el seguro endeudamiento a que impunemente estamos sometidos.

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