Secciones
Servicios
Destacamos
El coronavirus no está de vacaciones sino que viaja incansable por el mundo, y actúa de un modo tan eficiente que causaría admiración si ... no nos estuviera matando. Muta, parece que se va cuando viene, descubre nuevas vías de acceso si le cierran otras y ataca inmisericorde con la colaboración culpable y necesaria de los mostrencos sin mascarilla. Después de la letal presentación, frenada en parte con un confinamiento extremo que salvó vidas y destruyó la economía, no esperábamos su regreso hasta el otoño ya que los expertos dijeron que remitiría con los calores, pero los rebrotes disparan las alarmas. Es un virus trabajador, nada que ver con los diputados del Parlamento de Cantabria, quienes exhaustos sin duda por el esfuerzo agotador de no dar un palo al agua -con escasas y bien conocidas excepciones- se fueron de holganza primero que nadie en España.
Posiblemente el virus nos adormece antes de fulminarnos, porque no aprecié una reacción notable al mal ejemplo en plena pandemia. Los diputados se aplican algo así como un expediente temporal de regulación de empleo por la parte buena, es decir, la de menor tarea. No comparto la extendida opinión de que el Parlamento de Cantabria es una institución prescindible, aunque sí la conveniencia de reducir significativamente su personal político. Pero tampoco se han producido protestas serias por el encarecimiento de la remodelación de la plaza de Italia, que antes nos costaba un ojo de la cara y ahora los dos: otro medio millón de euros en el enésimo homenaje municipal al dios de la baldosa y la fea modernidad. No gusta lo que se ve, exceso de cemento y un verde escaso situado a la altura justa para que un niño se desnuque.
La crisis amenaza con arruinar a muchas empresas turísticas, a las que se les acumulan las peores noticias en forma de restricciones y cuarentenas en el regreso a su país de las personas que viajen al nuestro. Las playas de Cantabria se llenan con el turismo nacional ante la suspensión o limitaciones de aforo en fiestas y espectáculos, y anulada también la genial ocurrencia del Ayuntamiento santanderino de programar actuaciones sin anunciarlas. Lo nunca visto, gastar el dinero público que no hay en lo que la gente no ve. Pues nada, a la playa, una diversión recomendable y gratuita hasta ahora. Allí veremos seguramente a algunos diputados regionales tomando el sol y las aguas, si es que Costas y la señora Quiñones, delegada en Cantabria del Gobierno de Sánchez, nos dejan un poco de arena, porque ni la arena de Santander es nuestra.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.