Tendencias de futuro después del 12-J
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Las elecciones de Galicia y País Vasco no son extrapolables, pero trasladan luces, sombras e incógnitas a los partidos cántabrosTodo Unidas Podemos es desde su origen una centrifugadora vertical que elimina todo disenso interno a costa de destruir la implantación territorial, los últimos años con el objetivo de formar Gobierno. Cuando hablo del origen estoy pensando en una papeleta con la cara del Rey ... Soleil (Rey Sol) en 2014', tuiteaba Miguel Saro, concejal de Unidas por Santander y uno de los pocos dirigentes de la izquierda radical que lograron un escaño en las municipales de 2019, nada más concluir el escrutinio electoral en Galicia y País Vasco. Un recado en toda regla para Pablo Iglesias, responsable del mayor desastre del 12-J, aunque no el único. No hay que extrapolar los comicios gallegos y vascos al conjunto de España, pero sin duda marcan tendencias y abren incógnitas de futuro en todos los partidos, también en Cantabria.
A la grey podemita en Cantabria no le puede sorprender el último descalabro electoral. Ellos fueron, a lo largo de 2019, cuando el partido fue barrido de las instituciones, las víctimas primeras en las urnas del largo catálogo de conflictos y purgas que se produjeron en toda España para acallar las críticas internas en favor del proyecto político y personal de Pablo Iglesias y de sus incondicionales. Ahora constatan dolorosamente que el acceso al Gobierno de la nación no sólo no da votos a Unidas Podemos sino que los pierde en la cuesta abajo en la rodada de Iglesias desde el chalet de Galapagar hasta el 'caso Dina'. En Cantabria, el futuro plantea una incierta travesía del desierto entre lo que queda del partido, con Luis del Piñal como nuevo coordinador y la desmovilización del resto, entre la desconfianza de los socios de IU, que se refleja en la reflexión de Saro, y los vagos debates para la construcción de un nuevo proyecto a la izquierda del PSOE.
Ningún partido cántabro puede celebrar completamente el 12-J, salvo quizá el PRC, que ha mirado los toros desde la barrera e interpreta que está en la buena senda. Que los ciudadanos valoran la estabilidad y la eficacia de sus Gobiernos autonómicos en la lucha contra la pandemia, y los partidos que defienden los intereses regionales, desde el galleguismo constitucional e integrador de Núñez Feijóo, más acorde con el PRC que los nacionalismos pragmáticos o exacerbados en Galicia y País Vasco. Conjeturan los regionalistas que, si ahora se celebrasen elecciones en Cantabria, conseguirían más votos que el año pasado, cuando ganaron por vez primera los comicios autonómicos.
El domingo electoral verifica lo que el olfato de Revilla le sugería hace tiempo: la progresiva debilidad del Gobierno Sánchez y de los partidos que lo forman, con el PSOE incapaz de sacarle rédito al hundimiento de su socio podemita porque son los independentistas los que se quedan con esos votos.
También el PSOE constata que a estas alturas Sánchez, tambaleante en España y en Europa, no le genera un viento favorable precisamente, así que más le vale aplicarse a la gestión en su parcela del Gobierno de Cantabria que Pablo Zuloaga y los suyos publicitan a los cuatro vientos en las medidas contra la pandemia y en los proyectos culturales, científicos, sociales o deportivos.
El PP cántabro ha saludado efusivamente el gran triunfo de Feijóo y valorado con afecto el intento fallido de Carlos Iturgaiz en Euskadi, sacado del retiro para encabezar un pacto con Ciudadanos que no suma nada. El presidente gallego probablemente atesora el mayor capital político del país aunque no haya indicios de que esté dispuesto a dar el salto a Madrid, ni tampoco seguridad de que su modelo sea exportable a la política nacional.
Algunos barones principales del PP reclaman que los resultados de Galicia y País Vasco provoquen un decidido giro al centro en la ideología y en los dirigentes. Ese es también el pensamiento dominante en la cúpula del PP cántabro que lidera María José Sáenz de Buruaga, pero con mucha cautela, claro, no sea que en Génova les tomen la matrícula y haya represalias. Otra vez.
Ciudadanos no levanta cabeza. En Cantabria no cubrieron las expectativas en las elecciones autonómicas municipales del año pasado, pero lo que ha pasado luego todavía es mucho peor. Tras el desastre del 10-N en toda España, el adiós de Rivera, la llegada de Arrimadas, la pandemia, las elecciones del 12-J... han ido aplazando la reconstrucción del partido en Cantabria, agitado por múltiples conflictos internos que han generado una fuerte desmovilización. A la espera de que Madrid mueva ficha, de momento no se sabe ni quién manda en el partido: el líder cesado, Félix Álvarez, y su gente siguen controlando la actividad parlamentaria, la comunicación y la acción institucional mientras el nuevo portavoz autonómico, Javier Fernández Soberón, ha hecho voto de silencio.
Vox Cantabria ha celebrado como una hazaña el ingreso del partido en el Parlamento vasco, pero en realidad obtener uno de los 150 escaños que se repartían el 12-J en Galicia y País Vasco no alcanza para tirar cohetes a la tercera fuerza nacional. Vox y Ciudadanos se reparten con el PP a la deriva la mísera cuota del centro-derecha constitucional en el País Vasco, pero se quedan a dos velas cuando tienen enfrente a un candidato tan solvente como Feijóo. O sea, todo depende del liderazgo en el PP en cada territorio. Otra enseñanza para el futuro.
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