Tensa calma

Seguidamente, procede en consonancia con lo solicitado por la propiedad, en la misma forma que los precitados dos medios competidores. Finalmente, cierra filas a modo de conclusión: «Dos palabras como comentario. Creemos que el comunicante no tiene razón para considerarse ofendido, como parece, por el artículo a que contesta. Del señor Valdés no hemos dicho sino que era y creemos que sigue siendo apoderado de doña Manuela G. Calderón, que es la propietaria de La Atalaya; lo cual es cierto y lo afirma el propio interesado. Y contra La Atalaya tampoco hemos escrito nada; al revés, hemos asegurado, y nos ratificamos en ello, que desde 1897 acá «ha acrecentado no poco la estimación en que el público la tenía», lo que es también verdad, y en ningún modo perjudica al periódico, ciertamente. Lo demás no hace al caso contestarlo, puesto que sería absurdo poner en duda que tenemos derecho a fundar otro periódico y a anunciar esta resolución nuestra, lo mismo en las columnas de La Atalaya, que en hojas sueltas, o del modo que nos parezca conveniente». ¡Faltaría más! La decisión de crear El Diario Montañés no tiene vuelta de hoja.