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Sólo oír la palabra terremotos conmueve. No se puede hablar nunca de terremotos en singular, y si se hace, malo, significa que entre muchos el de referencia fue devastador y se le pone nombre. Se le pone un 'el de' para recordarlo. Los últimos fuertes ... por ejemplo fueron el de Isla de Pascua, el de Indonesia, el de Filipinas y el de Vanuatu y también el de Agadir, vecino del sur que causó 15.000 muertes. Y desde luego el de Lisboa, que cuentan los libros (año 1755), o los de México, San Francisco y Lorca, que conmocionaron a sus nobles piedras y moradores y, por supuesto, el de Granada.
Y se recuerda especialmente el de Chile -en Valdivia-, ocurrido en mayo de 1960, que con 9,5 grados en la escala Ritcher fue el más fuerte desde que se tienen datos -exactamente desde 1900-. Causó cerca de 2.000 muertes, dejó a dos millones de personas sin hogar y desplazó el eje de la Tierra unos tres centímetros. Nuestra hermosa nación hermana se acuesta, como saben, en el océano Pacífico sobre una placa tectónica súper inestable que también afecta a más naciones vecinas de nuestra familia como Perú, Ecuador y Colombia, que apuntan al mismo riesgo sísmico.
Entra repelús cuando uno piensa en ello. Es como si estuviéramos viendo una 'Boca llena de hormigas', película cubana que refleja la isla en un laberinto de sombras entre Chevrolets y Buicks tan limpios como destartalados. Película negra con boleros dulces y escenas desgarradas.
Como sabemos, la corteza terrestre está formada por placas tectónicas que se encuentran siempre en movimiento lento e imperceptible. Cuando algo obstaculiza ese flujo de energía que surge del choque o el rozamiento, esta se acumula y aflora intempestiva en la superficie terrestre provocando un terremoto o un seísmo o movimientos telúricos o como se quieran denominar. Un lío en toda regla que lo convulsiona todo de forma intempestiva e incontrolable.
Como ven, tal parece que entendiera de geología y eso que no les he explicado lo que son las ondas Rayleigh o las ondas Love, que sería demasiado. Sí lo es mi interés por conocer lo que sucede en un seísmo, que viene ni más ni menos que por haber vivido bajo mis pies y con manos en la cabeza uno de ellos en 1979, creo que de escala Ritcher 5,2 en Granada, con epicentro como siempre allí cerquita de la ciudad, en el pueblo histórico de Santa Fe y en Atarfe, vecinos de la Alhambra, que se sabe protegida desde el siglo XIII por una suerte de coincidencias favorables del terreno y una construcción flexible para sus columnas con base de plomo. Afortunadamente es probable que sea el lugar más seguro de la comarca.
Ahora que se ha producido allí un nuevo brote (se me viene la terminología vírica) con nada menos que 1.200 réplicas, puedo contar algún secreto de mi experiencia, esa que le pone a uno el corazón en un puño o en la garganta, se tenga grande o pequeño el corazón o la garganta, cuando percibe esos movimientos secos y agitadores. Deseo relatar algunas claves vividas que probablemente no sean muy apreciadas por los expertos de los Bomberos o de Protección Civil.
En primer lugar, olvídense de buscar cobijo en el muro de carga o debajo de una mesa o de huir de elementos frágiles como encofrados o zonas débiles de la casa. Se queda uno donde estaba, bailando sin pareja y viviendo los segundos o minutos más lentos que haya conocido. Y sobre todo, quisiera explicarles el ruido hueco, profundo, feo, fuerte y tenebroso que le acompaña. Es tan paralizante como el propio movimiento. Creo que pocas veces se puede sentir nadie más indefenso.
Se usa mucho el símil terremoto para explicar lo que conmociona, lo que se mueve o lo que se destruye, y la verdad es que no quiero perder la oportunidad de hacerlo. Además, quiero hacerlo con generosidad, que como decía Umbral no abunda mucho, cuando explicaba que él ponía la botella de Ballantine's encima de la mesa y allí la dejaba sirviendo generosos vasos, no como Vicente Aleixandre que cuando le visitaban servía un coñac escueto y venía su hermana con clandestinidad a retirar la botella.
Así, con botella encima aunque sea de agua, quiero hacerlo para confesarles mi indefensión, mi convulsión o mi agitación como un terremoto cuando observo la utilización partidista de la política y el continuo enfrentamiento mientras absortos e impresionados vemos los ciudadanos como se coartan nuestras libertades y se maltratan nuestros bolsillos sin obtener nada a cambio, mientras que esto sigue y esta gente solo está para promover decretos ley de inspiración comunista y sin control, y la oposición a pelearse ácida sin aportaciones. Valiente futuro.
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