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«Te lo digo, tía, es que se veía venir, tía. Marta ya no sale con Manu. Sí, tía, Manu está cachas, tía, esto no se puede negar, tía, lo mismo que Luis Miguel, tía, pero son tan perfectos, tía, que ya no gustan. A ... las tías no nos van esos rollos. Y otra cosa te digo, tía, Alejandra y Rosa han tenido un lío muy gordo, tía, no sé qué ha pasado, tía, pero eran inseparables, tía, y ahora va cada una por su lado». Desciendo del autobús, aturdido por el parloteo incesante, el alto tono de voz y la variedad expresiva de la quinceañera, a quien acompañaba otra joven que solo acertaba a decir, de cuando en cuando, qué me cuentas, ¿de verdad, tía?, qué fuerte y no me lo puedo creer. Puede parecer exagerada la transcripción del corto recorrido entre el Gran Casino de El Sardinero y el Paseo de Pereda por la repetición obsesiva de una misma palabra, tía, pero se queda corta.
De camino hacia la plaza de Pombo veo acercarse a una chica, hispanoamericana con seguridad y peruana probablemente. «Lamento importunarle, señor, pero busco una dirección. ¿Podría indicarme en qué lugar se encuentra la calle Eduardo Benot? Me han informado de que esta es la zona». La diferencia en el uso del idioma con respecto a la adolescente del autobús resultaba tan notable que parecía distinto. Corroboraba así la impresión de que es en la América hispana donde la riqueza en la elección de los términos resulta más evidente, incluso entre las capas humildes de la sociedad, en clara contraposición a nuestra propia pobreza expositiva. No opinaba de esa manera José Manuel Blecua, exdirector de la Academia de la Lengua, quien defendía en sus declaraciones públicas que no hay ningún sitio en el que se hable el mejor español.
Si no puede establecerse una lista en tal sentido, cabe el estudio de los territorios que siguen con mayor rigor las recomendaciones de la RAE. El área peninsular que incluye las provincias de Valladolid, Burgos, Palencia y partes de Álava y La Rioja son las que obtienen nota alta, si bien se ven superadas todas ellas por localidades de Colombia, especialmente; Perú -sí, la chica de Pombo era peruana-, México o Argentina, aunque nada de esto explica la charleta del autobús. El coloquial tío o tía, esas tías que no son parientes, no lo inventaron Los Golfos, pero el éxito de la canción 'Qué pasa contigo, tío', un bombazo de los años setenta, contribuyó a popularizarlo decisivamente. La respuesta a la pregunta estaba a la altura: «Conmigo qué va a pasar, / que estoy todo el día bebío, / saltando de lío en lío. / Pues que no te pase ná». Un hermoso castellano.
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