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Lo que es oro es la vida que tenemos, el tiempo de vida que nos queda cada día y que desconocemos completamente, es una mina en donde no sabemos ni cuánto oro hay, ni cuánta profundidad tiene, ni el tiempo que vamos a disponer para ... seguir buscando. La máxima de que el tiempo es oro tiene su sentido en que si dedicas tu tiempo a producir y no a holgazanear el rendimiento que conseguirás será valioso, como el oro.
Es cierto que para poder progresar debemos aprovechar el tiempo del que disponemos (lo he comentado en otras ocasiones, el tiempo es lo más democrático que existe en la vida: es el mismo para todos). Pero no sólo de pan vive el hombre y la mujer, necesitamos de ese otro tiempo que nos permita meditar, amar, sentir el paso del tiempo, extasiarnos con la contemplación de un cuadro o una buena película; el tiempo de intimidad con la persona que amas, el que podamos dedicar a ayudar a otras personas, el de un buen paseo con la brisa del mar llenando nuestros pulmones; el de jugar con nuestros hijos o nietos, el de unas cervezas o una buena cena con amigos, el tiempo de la amistad. Quizá pudiéramos decir que hay tiempo para el oro y otros tiempos para el incienso y la mirra pues, como bien expresa el dicho, no es oro todo lo que reluce, ni tampoco tan necesario como el de Midas, que desesperó al convertir en oro todo lo que tocaba.
Por otro lado, al igual que hacemos planes de pensiones para tratar de garantizar un buen futuro económico para nuestra segunda era de la dependencia (la primera es la infancia), también debemos cultivar los planes de pensiones de afectos y emociones, del amor sentido y del recibido, para que cuando llegue esa tercera o cuarta edad, solos o acompañados, disfrutemos de los buenos recuerdos de tiempos pasados plenos, los tiempos que compartimos con seres queridos; no hay mejor plan que el que nos dejará el regusto de haber saboreado la mayor riqueza que existe, la del amor, el cariño y la amistad.
Decía Jorge Manrique que «nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir». Pues bien, en ese mar, en ese océano espiritual, en el que dejaremos de ser limitados en el espacio y el tiempo, ese, el tiempo vivido con mayor intensidad, sobre todo el que hayamos dedicado a los demás, será el que mejores resultados nos aporte. Cuando el tiempo físico deje de existir, el cómo lo hayamos vivido determinará, estoy convencido, la calidad espiritual de lo que destile nuestra existencia pasada. En ese momento de fusión con lo universal seremos lo que hayamos sido.
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