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Quien haya tomado parte alguna vez en un triatlón sabe que «la cuarta disciplina» de la competición son las transiciones: esos tiempos de tránsito en ... los que el triatleta tiene que cambiar de modalidad deportiva. Una transición rápida puede decidir una competición y, por mucho que se haya entrenado la natación, el pedaleo o la carrera para robarle segundos al reloj, cometer errores durante las transiciones puede echar por tierra todo el tiempo ganado entrenando durante meses. Este tiempo extraño que nos ha tocado vivir entre la vieja y la 'nueva normalidad', compone también toda una transición.
Vamos a salir de esta como hemos salido antes de otras tantas dificultades peores y, en función de cómo gestionemos, a nivel individual y colectivo, esta crisis -esta transición-, lograremos salir reforzados o debilitados de la misma. Sin embargo, el pesimismo anida estos días entre la población y el empresariado, al digerir las noticias que llegan sobre la crisis económica provocada por la epidemia, la incertidumbre en torno al tiempo que va a exigir dicha reparación o el impacto en el mercado que va a surgir de esta crisis. Precisamente, esta transición nos obliga a acelerar y adoptar muchos cambios que, de otro modo, hubiesen tardado una década en implantarse: la digitalización de muchos procesos cotidianos para permitir el teletrabajo y la continuidad en la actividad económica, la transformación en el modelo de distribución minorista tradicional, el reaprendizaje de muchos de nuestros hábitos para poder hacer frente a las nuevas exigencias diarias, el diseño de nuevos modelos de respuesta a los imprevistos o la búsqueda de nuevos mercados de compra y venta de los productos y servicios de nuestras empresas.
En estos 15 años he vivido en primera persona, aquí en China, muchas transiciones; entre ellas, el mayor proceso migratorio de la historia de la humanidad: 600 millones de personas se han trasladado del campo a las ciudades en un proceso de urbanización acelerada sin precedentes que ha generado 115 monstruos de más de un millón de habitantes, de los cuales una docena son megaciudades de más de diez millones de almas. El banco Morgan Stanley estima que, para el año 2030, aproximadamente el 75% de la población china vivirá en ciudades, cuando en 1978 la población urbana china tan sólo representaba un 18%. Urbanización y crecimiento económico van casi siempre de la mano, pues el mercado de consumo se concentra en las ciudades y ese mismo proceso explica el surgimiento de la clase media china: unos 500 millones de personas con hábitos de consumo y una capacidad adquisitiva equivalentes a las del ciudadano medio de la Unión Europea. Esto es: el 25% del mercado de bienes de consumo total mundial. La mayor oportunidad de negocio futuro para marcas buscando crecimiento.
No obstante, China no es para todo el mundo. China es un mercado de mercados que presenta enormes contrastes y que evoluciona a diferentes velocidades; probablemente, el lugar más exigente, complejo, competitivo, contradictorio y cambiante del mundo para hacer negocios. En el tiempo que llevo trabajando en China he visto cambios en este mercado que, a menudo, sólo se observan a lo largo de 60 años de vida laboral en Occidente. Aquí las reglas del juego cambian permanentemente y eso exige a los empresarios emplear un estilo de gestión ágil, flexible y muy estratégico en la obtención de resultados. Los españoles, en el desarrollo del mercado chino, a menudo pecamos de osados creyendo que los chinos compran cualquier cosa o que la imagen de España es suficientemente rentable como argumento de venta. La realidad es otra: China sigue siendo un lugar de enormes oportunidades donde casi todo es posible, pero donde también todo es complicado. Aquí, a menudo, nada es completamente legal pero tampoco hay casi nada completamente ilegal.
China y su mercado son la locomotora económica mundial de los próximos 50 años y las oportunidades que plantea para empresarios españoles son muy grandes, pero no inmediatas. El entorno de inversión, empresarial y sociológico chino es mutable y muy volátil. El consumidor chino ya no se deja seducir fácilmente por lo occidental y, en cambio, procura averiguar si la marca comercial extranjera realmente puede ofrecer algo diferente comparada con las marcas locales, por lo que cualquier estrategia de implantación en China debe ser paciente en la obtención de resultados a corto plazo y estar suficientemente planificada.
Una de las lecciones más repetidas en todos los MBA es que la palabra china «crisis» se compone de dos caracteres: «Wei» y «Ji». El primero procede de la palabra «WeiXiang» (peligro), el segundo de la palabra «JiHui» (oportunidad). Es decir: toda crisis entraña un peligro y una oportunidad. En apenas unos meses, echaremos la vista atrás y nos preguntaremos «¿en qué emplee yo los meses de parón y confinamiento? ¿qué aprendí yo de todo aquello?».
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