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Ayuso opina que la manifestación en defensa de la sanidad pública, celebrada el pasado 13 de noviembre, fue una excusa urdida por los «activistas de la izquierda». La presidenta madrileña pronuncia estas palabras como quien culpa al alcohol de la resaca o a Messi de ... los éxitos de aquel viejo Barcelona. Una perogrullada de manual y pataleta. La derecha española pretende ignorar –al menos, de cara a la galería– sus complejos ideológicos y estratégicos (no digamos mediáticos). Estirando la analogía, el Partido Popular sería un equipo de media tabla, con evidentes dificultades para meter gol, empeñado en arañar algún que otro empate a los clubes de la 'Champions'. Por su parte, Vox es el fútbol marrullero de siempre. Ciudadanos, directamente, está en puestos de descenso.
No hay color. Ayuso sabe que la gestión de la pandemia no sólo no ha erosionado la credibilidad del Gobierno de España, sino que a ella casi le cuesta el cargo. Sabe también de la dispensa pública para cuestionar su inteligencia y para decirle «bruja» o «asesina», sin consecuencias penales ni reprimendas públicas. Ella, suponemos, es consciente de todas esas cosas, como también conoce los límites de una oposición que nunca será capaz de movilizar a nadie por los precios de la energía, en defensa del estado de derecho frente a las concesiones de Sánchez a sus socios independentistas o contra los desastres legislativos de la ministra Irene Montero. Nunca se llenarán las calles para reivindicar las instituciones democráticas y condenar las exigencias identitarias. Los «activistas de izquierda» no son dos o tres militantes que maquinan desórdenes en un piso franco, sino los propios cimientos del tinglado español.
Lo que hunde a la derecha –al margen de la escasa valía de sus líderes– es su actual condición de 'outsider', objeto de todos los exabruptos y de todas las parodias. La manifestación de Madrid fue, indiscutiblemente, un mitin contra la oposición, convocado por quienes monopolizan la protesta. Pero, no puede quejarse uno, como hace la celosa Ayuso, del VAR o del mal estado del terreno de juego. Al igual que el Barça con el 'tiki-taka', la izquierda encontró su estilo hace justo veinte años, entre el chapapote del Prestige. Un Rodríguez Zapatero de irrelevante figura halló entonces el espacio perfecto para el PSOE (al que aún le dolía su orfandad tras el mutis de Felipe). A partir de ese momento, en alianza con radicales y periféricos, han gobernado casi siempre, asumiendo la exclusiva de la indignación. Mientras tanto, el PP se embarra en sus hipérboles. Un ejemplo: Ayuso mencionó los crímenes de ETA y alertó contra los planes de instaurar una «república federal laica». ¿Lo ven?
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