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La consejera Marina Lombó acaba de venir a Santoña para anunciar al alcalde que va a derribar las escuelas Juan de la Cosa, junto a la iglesia, para hacer otras nuevas en el mismo sitio. El motivo de tal decisión es que para Lombó es ... más caro arreglar y mantener que tirar y volver a hacer desde cero (El Diario Montañés, 22 de junio de 2022).
Lo cierto es que esas escuelas tienen 60 años; son el único ejemplo de arquitectura racionalista que queda en Santoña, obra de los destacados arquitectos madrileños Santiago Fernández Pirla y Manuel García Benito; están catalogadas como un conjunto edificado de interés arquitectónico regional; están en pleno servicio; tienen un diseño magnífico con sus aulas orientadas al sur dentro de un esquema de distribución de espacios y volúmenes espléndidamente resuelto.
También es cierto que presentan las señas de su edad -quién y qué no las tiene a sus años-, pero todas ellas son remediables con un mantenimiento ordinario. Además, si se aplicase el mismo criterio de no reparar y sí tirar todos los centros educativos de Cantabria de esa edad o mayor, no habría dinero suficiente en varios lustros de la economía regional.
Planteado por tanto así el enésimo ataque innecesario a la memoria colectiva edificada de los santoñeses, ahora especialmente a la de cientos de alumnos que han aprendido a leer y a hacerse mayores en los agradables rincones de esa escuela, también ahora viene el Gobierno regional a gastar allí no menos de ocho millones de euros.
Puede que estemos ante un intento baldío de lavado de imagen de la consejera Lombó después de su gestión en la histórica Escuela de Pesca que nos ha «levantado» a los santoñeses con frialdad marmórea. Hay cosas que no se olvidan en Santoña por afrentosas e inaceptables. Pero de nuevo rebrota lo inexplicable en forma de máquinas de derribo y regado alegre de hormigón y ladrillos.
Tal vez el peor síntoma de la deriva en estos comportamientos de algunos representantes de la política es que ni siquiera reparan en que, en el mismo mes de nuestro pago fuerte de impuestos, se muestran impúdicos con gastos innecesarios o por lo menos ajenos al sentido común que los ciudadanos aplicamos en los nuestros. No se valoran ni respetan los ejemplos obligados de la gente al tratar de sobrellevar su difícil lucha contra el aumento del coste de la vida.
Muchas partes de Cantabria necesitan inversiones que creen riqueza y activos de nuevos impulsos económicos que sean alternativa y complemento a lo actual.
También Santoña tiene varios proyectos tractores inatendidos que, con un coste menor que ese derribo, crearían complementos económicos vitales para su dinamismo.
Lo que no se necesita de ninguna manera es tirar el dinero de todos en lo innecesario. Lástima de esa parte de la clase política que no sabe lo que es tener un plan o estrategia de lo colectivo que estén serenamente pensados, participados por la opinión de la gente (Colegio de Arquitectos incluido para velar por el mantenimiento de este edificio singular), y que sean selectivos a la hora de emplear los siempre escasos recursos dinerarios. Todo eso, y además que vierten muy poco amor en cuidar las raíces de las ciudades y de los ciudadanos.
Falta sentido regionalista de verdad.
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