«El tlen, abuelo, el tlen»
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El panorama actual de nuestras conexiones ferroviarias es lamentable y el futuro tampoco pinta bienTengo un nieto que, de pequeño, le gustaba otear el horizonte y, cuando veía pasar lo que José Luis Fernández denomina 'caballos de hierro', siempre ... me decía, entusiasmado, «el tlen, abuelo, el tlen». El nieto ha crecido y, en la actualidad, pronuncia el vocablo tren perfectamente; por desgracia, el tren que pasa por mi localidad, como todos los trenes que pasan por Cantabria, siguen ahora en la misma situación, pésima, que hace unos cuantos años. Y así nos va.
El hecho de comenzar este artículo con una pequeña anécdota familiar acerca del tren es porque, recientemente, el tema de las conexiones ferroviarias ha vuelto a saltar a la palestra, al menos por dos motivos distintos: uno de ellos es el relativo al retraso en las obras del archiconocido Corredor Mediterráneo; el otro es la inexistencia de obra alguna en lo que concierne a lo que debería ser el Corredor Cantábrico.
El Corredor Mediterráneo, la línea férrea que unirá Algeciras con la frontera francesa, proporcionando una salida airosa a todo el tráfico de pasajeros y mercancías que generan las comunidades bañadas por el Mare Nostrum, debería haber sido una realidad hace tiempo y, por desgracia, todavía no lo es. De acuerdo con lo manifestado por la ministra del ramo, el compromiso es que para 2025 o 2026 esté completado el tramo Almería-frontera francesa, al tiempo que se avanzará en los que van desde Almería hasta Algeciras.
Aunque, por experiencia, uno tiende a no dar demasiado crédito a las promesas de nuestros políticos, tengo para mí que, en este caso, la promesa ministerial podría cumplirse. Y lo pienso así, no sólo porque la culminación de estas obras, a través de las correspondientes ganancias de competitividad, será fundamental para la buena marcha de la economía de nuestro país, sino, sobre todo, por la enorme capacidad de presión de los empresarios y directivos que tienen sus negocios afincados en las proximidades del Corredor. La presencia, impresionante, de muchos primeras espadas de nuestra economía, convocados por la plataforma Quiero Corredor (y la foto correspondiente, que ha aparecido en todos los medios nacionales), seguro que habrá hecho pensar a la ministra con quien se está jugando los cuartos. Es por ello que me atrevo a sostener que, aunque quizás con más lentitud de la deseable, el Corredor Mediterráneo será una realidad más pronto que tarde.
Algo bien distinto sucede, por desgracia, con el Corredor Cantábrico, pues, remedando lo que alguien dijo en un contexto totalmente distinto, «ni está, ni se le espera». En un artículo escrito hace algún tiempo en estas mismas páginas apuntaba que dos de las principales causas por las que ni siquiera existe un proyecto de Corredor Cantábrico son, por un lado, el reducido peso específico (demográfico y económico) de, y la falta de sintonía entre, las comunidades cantábricas. Al contrario que las regiones que conforman el Arco Mediterráneo, que, aunque de distinto signo político, se unen para reivindicar su corredor, en la Cornisa Cantábrica cada una va a lo suyo. Es por ello que, pese a los buenos propósitos de Revilla en su visita a Bruselas para reivindicar, por lo menos, que nos incluyan en el Corredor Atlántico, la imagen del viaje transmitida por la prensa contrasta, muy negativamente, con la de la foto antes mencionada en dos respectos: en el de capacidad de presión que la misma muestra (ninguna) y en el de interés mediático por el asunto (limitado a la prensa local).
Amén de a los dos factores arriba mencionados, y al menos en lo que atañe a Cantabria, hay que contabilizar también, como subrayaba Juan Luis Fernández en su magnífico «El establo de los caballos de hierro», el déficit de coherencia en la estrategia ferroviaria cántabra: un día pedimos el AVE a Madrid (olvidándonos del tráfico de mercancías), otro nuestra prioridad es la conexión rápida con Bilbao, y otro desenterramos el Santander-Mediterráneo; siempre, en todo caso, dejando de lado las cercanías.
Si, en base a lo expuesto no resulta difícil de entender, creo yo, que el panorama actual de nuestras conexiones ferroviarias sea tan lamentable, tampoco debería serlo que el panorama futuro no pinta mucho mejor: no sólo porque el AVE a Madrid seguirá siendo un sueño incumplido durante mucho tiempo, sino, sobre todo, porque ni la conexión con el Corredor Atlántico ni, mucho menos, el Corredor Cantábrico se encuentran entre las prioridades ferroviarias españolas y/o europeas. Y, así, es muy difícil ser optimista.
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Ana del Castillo
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