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Hace ya cinco años que la pandemia del covid-19 sacudió los cimientos de nuestro sistema sanitario y de la sociedad en su conjunto. Una ... crisis que tuvo a la humanidad al borde del abismo, y que tan pronto se nos ha olvidado. Durante aquellos meses, el país entero se volcó en reconocer el sacrificio de los médicos y de todos los profesionales sanitarios. Se nos aplaudía a las 20.00 horas cada día, se nos llamaba «héroes», se hablaba de la necesidad de fortalecer la sanidad pública, de mejorar nuestras condiciones laborales, de proteger nuestra salud mental y física. Cinco años después, debemos preguntarnos: ¿qué ha cambiado realmente?
El desgaste físico y emocional que sufrieron los médicos y el resto del personal sanitario durante la pandemia no ha desaparecido. El agotamiento, el estrés y la ansiedad siguen presentes en nuestras consultas y hospitales. La fatiga pandémica se ha transformado en desmotivación, en 'burnout', en renuncias a plazas de difícil cobertura y en un problema de salud pública que nadie parece querer abordar con seriedad.
En la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados, la Organización Médica Colegial presentó 45 medidas con el objetivo de reforzar el sistema de salud y proteger a sus profesionales. ¿Dónde han quedado esas propuestas? Entre aquellas 45 medidas había compromisos clave. La creación de la Agencia Estatal de Salud Pública era uno de ellas, una herramienta fundamental para coordinar respuestas ante crisis sanitarias y promover políticas prevención. Sin embargo, cinco años después, seguimos sin verla materializada.
Lo mismo ocurre con la medicina preventiva, que sigue sin recibir el impulso necesario. Invertir en prevención ahorra costes, evita sufrimiento y mejora la calidad de vida de la población, pero en España continuamos centrados en un modelo reactivo, desbordado por una demanda asistencial creciente y con profesionales sometidos a una presión, ocasionalmente, insoportable. El incremento de la demanda asistencial es una realidad incontestable, no solo en número sino también en expectativa de soluciones inmediatas. La creciente tendencia a convertir cualquier malestar en un problema médico está saturando el sistema sanitario.
Mientras tanto, los médicos afrontamos otros problemas urgentes que no pueden seguir ignorándose, uno de ellos es el aumento de agresiones, no solo a los médicos sino a todos los sanitarios. Hemos pasado del aplauso al insulto y, en demasiados casos, a la violencia. En 2023, se registraron cifras récord de agresiones a médicos y personal sanitario. La próxima semana presentaremos los datos de 2024, y un año más, las agresiones aumentan. Es inaceptable que quienes dedican su vida a cuidar sean hoy blanco de ataques en su lugar de trabajo.
Y aún tenemos más problemas, no solo en España sino en Europa, la demografía médica es preocupante. La falta de planificación nos ha llevado a un desequilibrio entre especialidades y territorios. Un reciente informe de la EJD (European Junior Doctors), que representa a cerca de medio millón de médicos jóvenes en Europa y que preside el psiquiatra español Álvaro Cerame, alerta del problema de los desiertos médicos en Europa, entornos de difícil cobertura en los que, en las condiciones actuales, es imposible la atención sanitaria de calidad.
Los profesionales sanitarios debemos seguir defendiendo una atención de calidad y alzar la voz ante las condiciones que ponen en riesgo nuestro desempeño. Las administraciones deben garantizar los recursos necesarios, una planificación coherente y medidas efectivas para cuidar a quienes cuidan. Las instituciones y los colegios profesionales debemos seguir trabajando para que el modelo sanitario no solo se mantenga, sino que evolucione y se adapte a las nuevas realidades. La industria farmacéutica debe asumir su papel en la sostenibilidad del sistema, garantizando el acceso equitativo a la innovación sin que ello suponga un impacto inasumible en el presupuesto sanitario.
La sanidad privada debe entenderse como un complemento del sistema público, colaborando de forma ordenada y eficaz para aliviar la presión asistencial sin generar desigualdades en el acceso a la atención médica.
La ciudadanía debe comprender que la sanidad es un bien común y que su uso responsable es clave para su sostenibilidad.
Solo así, todos juntos, seremos capaces de mantener y mejorar un modelo sanitario que hemos heredado de nuestros mayores, y que es el mejor regalo que los españoles nos hemos dado a nosotros mismos en los últimos cien años. En Madrid, en la Plaza del Sagrado Corazón, se alza la escultura del Árbol de la Vida, un homenaje a los profesionales sanitarios fallecidos en la pandemia. Cinco años después, el mejor homenaje que podemos rendir a los que se fueron es trabajar juntos por una sanidad más fuerte y más justa, con un único objetivo: cuidar de los más frágiles y quebradizos de nuestra sociedad, los enfermos.
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Ana del Castillo
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