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Vivimos en una comunidad privilegiada, envidia de nuestros vecinos por su paisaje, su paisanaje, su biodiversidad, su gastronomía, incluso su climatología; su calidad de vida en una palabra. Y –sin duda– también podría serlo por la calidad de su sistema sanitario público.
Se dan las ... condiciones para que Cantabria ejerza como modelo de salud a imitar por otras CC AA y probablemente por otros países, si hacemos las cosas bien. Disponemos de talento más que suficiente en el personal médico y en las otras profesiones, de los centros idóneos (no sólo Valdecilla, que también), del resto de la red sanitaria especializada y primaria, del tamaño adecuado para que la situación sea manejable. Y sobre todo están ahí las ideas innovadoras, las ganas de llevarlas adelante, el compromiso de todos nosotros con la organización y con la sociedad. Me remito al último artículo en este periódico del doctor Javier Crespo sobre la innegable potencialidad de la investigación biomédica en Cantabria, solo hay que escucharle.
Para eso hace falta generosidad por parte de la sociedad civil, inteligencia y audacia por parte de la administración sanitaria (es imprescindible retener el talento que se genera año tras año en nuestras facultades, hospitales y centros de primaria e invertir en salud), madurez en la oposición política, evitando llevar al barro los debates sobre temas sanitarios y envileciendo las propuestas. Deberíamos apartar de la confrontación política de perfil bajo la realidad sanitaria e intentar engrandecer las reflexiones, las discusiones y buscar –entre todos– las mejores soluciones, que sin duda las hay.
Se ha hablado hace unas semanas del eterno dilema de las listas de espera, realidad dolorosa, innegable, probablemente necesaria y de muy difícil solución. El actual consejero se permitió (supongo que se arrepintió poco después) pensar en alto y transmitir su idea de que la solución era el copago (que realmente sería un repago). Las respuestas fueron de un nivel intelectual realmente pobre y de una categoría moral cuando menos discutible. Evidentemente, yo no tengo la varita mágica para deshacer este nudo gordiano de la sanidad pública de éste y de todos los sistemas sanitarios públicos mundiales. Pero lo que sí sé desde hace mucho tiempo es que la solución propuesta (programas especiales y otros sucedáneos) no lo van a resolver. Desde hace muchos años he comprobado que estos programas son un cáncer que se injerta en la organización. Me explico: imagínense un servicio hospitalario o de atención primaria, que trabaja bien, rinde al máximo, se preocupa en gestionar sus listas de espera, poner soluciones con sus propios medios y consigue tener unos tiempos de espera razonables de atención a sus enfermos. Y de repente, se encuentra con un trabajo extra que le es sobrevenido porque otros servicios –a los que de ninguna manera critico porque no hayan hecho bien sus deberes de esfuerzo, gestión, dedicación, etc– han incrementado su actividad por los programas especiales, lógicamente con unas remuneraciones acordes a esta actividad, que no entro a valorar. Los servicios y profesionales que no han sido agraciados con un programa especial son recompensados con un plus de trabajo que nadie entiende ni valora. La solución es sencilla…
Un programa extraordinario deja de serlo cuando se convierte en habitual, año tras año. A nadie se le escapa que si esto ocurre es porque las capacidades asistenciales están infra-dimensionadas respecto a la cruda realidad. Y la solución estará ahí, en atajar el problema de base: adecuar plantillas, quirófanos, consultas, servicios centrales, recursos asistenciales y organizativos de toda índole y calidad para abordar razonablemente la demanda asistencial existente. Y ahí es donde entra la generosidad, la complicidad de todos, el compromiso, la valentía…
De la misma forma que cuando se avería nuestro coche buscamos el mejor taller y el mejor mecánico, cueste lo que cueste, cuando estamos enfermos buscamos a los mejores profesionales. Y sin embargo, cuando hay que tomar decisiones de calado para toda la población, no estoy seguro de que se cuente con la opinión de los que atesoran el 'know-how' y el 'expertise' para poder aconsejar en la toma de las mejores decisiones en el ámbito sanitario comunitario. Como me explicaron hace tiempo y entendí inmediatamente, el gestor sanitario es un interino en su puesto, llega a su cargo con la fecha de caducidad incorporada en su contrato, mientras que el médico y resto de profesionales estaban, siguen y se quedarán durante un rato más largo, para seguir atendiendo a sus enfermos. Y si se gana el partido es por el buen juego del personal médico, enfermería y resto de profesionales en sus salas, consultas y quirófanos.
Concluyo, yo no tengo la solución a los problemas de la sanidad cántabra, pero sí sé cuáles no lo van a ser. Y desde luego, si alguien las puede idear, diseñar y ejecutar son los profesionales sanitarios. Aquí estamos.
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