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Tontilindango, tontaco, tontaina, tontilucio... Todos estos familiares del tonto han saltado del vocabulario ofensivo por culpa del calambrazo del presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, ese que nos ha llamado tontos por pagar la electricidad con la tarifa marcada por el Gobierno, encima.

Ese insulto, que ... califica a las personas de necias, incapaces y con falta de entendimiento, comenzó a utilizarse en el dorado siglo de nuestras letras, el XVI, sin que fuera un insulto grave si caminaba en solitario. Otra cosa era, y sigue siendo, si se acompaña de florituras como del culo, del nabo, del pijo, del higo, de la cabeza a los pies o «tonto integral», todo ello para señalar a tontilocos, pavitontos y tontivanos, con especial atención al tontón y al tontuelo, que son tontos inofensivos; al tontucio, que dice don Pancracio Celdrán, en su inventario general, que es medio tonto, «sin que esté claro qué substancia integra su otro medio»; al tontolinato (tonto de nacimiento), definido también como tonto de remate o tonto sin remedio, y al tontorrón, al que la tontura le viene de un exceso de bondad y confianza. Claro que tontos más celebrados son los que van con la hidalguía de los apellidos, como el tonto bolonio, que además de ser zoquete presume de sabio; el tonto pajón, que en realidad es un listillo que se hace el tonto; el tonto de capirote, que se deja pegar y encima se ríe; el tonto del bote, que lleva uvas de postre a la vendimia, o el tonto del haba, que además de tonto es patoso.

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eldiariomontanes La tontería