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Amedida que la mayoría de las encuestas, y no sólo las del CIS de José Félix Tezanos, se muestran cada vez más complacientes con Pedro ... Sánchez en su batalla contra 'la triple derecha', el PSOE cree verosímil ser en abril el partido más votado en Cantabria en las elecciones generales por primera vez desde hace un cuarto de siglo y que ese triunfo, además, propiciaría un salto adelante en las autonómicas y municipales de mayo para revertir el declive que arrastra desde que en 2003 Rodríguez Zapatero entregó la presidencia del Gobierno de Cantabria a Miguel Ángel Revilla.
Los socialistas acarician la idea de ganar las legislativas, o al menos empatar con el PP con dos escaños en el Congreso, los que obtuvieron en cuatro elecciones consecutivas entre 1995 y 2008. En esta última cita, que se saldó con la reelección de Zapatero, el PSOE cántabro contabilizó casi 160.000 votos; claro que por entonces y hasta 2015, antes de la nueva política, siempre se repartía todo el pastel de cinco escaños con el hegemónico PP. Ahora, con mucha más competencia, podría bastarle con menos de 100.000 papeletas, pero más de las 80.000 que sumó para Sánchez en diciembre de 2015 y en junio de 2016.
El PSOE necesita para ganar algo así como una 'tormenta perfecta': que el partido se movilice todo lo posible, que le dé un buen mordisco a Podemos, que la participación del PRC no le haga mucho daño, que Ciudadanos no le lleve demasiados votos por el centro y que Vox le propine al PP un golpe demoledor. Todo es posible, todo a la vez es más difícil.
Más diligente que ningún otro partido en los preparativos electorales, en las listas socialistas aparecen muchas caras nuevas de probada fidelidad al mando e incierto atractivo para las urnas, con la presencia muy visible de UGT –Luis Santos Clemente como número uno al Congreso y Gustavo García para el Senado–, como reconocimiento al peso decisivo del sindicato para que Pablo Zuloaga se hiciera con el liderazgo del PSOE de Cantabria.
De integración nada, naturalmente. Los críticos del PSOE, derrotados en los sucesivos procesos de primarias, se han mantenido en un silencio expectante durante los últimos meses, como si esperasen algún gesto de buena voluntad por parte de la dirección del partido en la confección de las listas. No es probable que se llamaran a engaño. En el oficialismo sostienen desde hace mucho tiempo que tras la cruenta batalla interna librada por la renovación no era posible conceder espacio a la 'vieja guardia' en las elecciones –más allá de los feudos municipales que controlan– porque eso supondría una gran decepción para quienes han apoyado el cambio y quizá hasta una desbandada de militantes como la que se había producido en la anterior etapa.
Ya no es solo que a la exsecretaria general y vicepresidencia del Ejecutivo regional, Eva Díaz Tezanos, se le haya negado una salida airosa, por ejemplo en el Senado. Es que Pablo Zuloaga, públicamente y sin contemplaciones, la da por amortizada. Tampoco los otros tres consejeros del Gobierno –Real, Fernández Mañanes y Sota– han encontrado acomodo en las candidaturas, ni para las generales ni para las autonómicas, y el portavoz parlamentario, Víctor Casal, ha sido relegado a un remoto puesto de suplente en la lista a la Cámara Alta. La dirección del partido subraya el mensaje de renovación que prima en las candidaturas, pero estas ausencias señaladas sugieren un notable desgaste en el Gobierno, sobre todo de la consejera de Sanidad por el 'caso SCS'.
Desahuciados de las listas, los críticos del PSOE se sientan a esperar el resultado de las urnas y deploran la baja calidad de los carteles electorales. Ni les gusta el protagonismo de UGT, ni admiten el regeneracionismo que predica Zuloaga cuando avala como aspirante al Congreso a María Jesús Calva, la exalcaldesa de Camargo en su día inhabilitada por la justicia, ni creen juicioso pelear por la elección abierta de los cuatro escaños del Senado con concejalas perdedoras en sus municipios como Isabel Fernández y Rocío Rábago.
En fin, la tormenta también amenaza hacia adentro del partido porque la unidad y la movilización ante las elecciones son más bien precarias. Se ha comprobado en las listas y en la desigual participación en las asambleas previas, en el reciente Comité Regional en el que estuvieron ausentes muchos –no todos– de los miembros del sector crítico y también en la última visita de Pedro Sánchez. Mientras el presidente se familiarizaba con los secretos del bolo palma en Torrelavega, las dos exsecretarias generales del PSOE, Gorostiaga y Díaz Tezanos, estaban recibiendo los calurosos elogios de Revilla, un adversario electoral en toda regla, en el acto del Día de la Mujer en Santander.
Para el PSOE cántabro, la doble cita de abril y mayo es un desafío y una oportunidad para el crecimiento político, pero el conflicto entre facciones que caracteriza la historia moderna del partido enturbia el optimismo. Las urnas dictarán sentencia y pondrán a cada cual en su lugar.
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