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Y a es una tradición y un aliciente más –¡cómo no!– para acercarse a la capital. Después de los Baños de Ola estas Fiestas de Santiago, la Semana Grande, brindan a toda Cantabria un atractivo ambiente festivo. Sin duda, para muchos, el espectáculo ... central de estas fechas son las corridas de toros. Aunque muchas veces la afinidad por la tauromaquia empieza con la vocación política, mantenerla ya es otra cosa. De hecho la mayoría de los taurófilos-políticos pierden la afición al dejar el cargo. Aquí nunca hemos tenido una plaza de toros fija, y tampoco, por supuesto, un consejo de administración, pero desde hace muchos años afición taurina no nos falta, y sobre todo imaginación para poder ubicar en alguna zona de la ciudad alguna plaza de toros portátil. Las recuerdo en Tanos, Mies de Vega, Torres… Entusiasmo acreditado para poder satisfacer los deseos de al menos dos florecientes peñas taurinas. En los años 60, una de ellas, la Peña Taurina de Torrelavega llegó a tener más de 2.000 socios. Nada menos que un cinco por ciento de la población. Un año más –y ya son veinte– está presente en estas fechas el Club de Fútbol 0-11 'Pasión por Torrelavega'. Lo tradicional era una comida de hermandad coincidiendo la fecha con la corrida de los «victorinos», y aunque hoy –por desgracia– no tengamos en cartel reses de esta ganadería, el encuentro se mantiene. Siempre han acompañado a este animoso grupo de la ciudad del Besaya el ganadero Victorino Martín –fallecido hace dos años– y su hijo Victorino, ganadero y veterinario. La tradición continúa. Tampoco falta el sincero y sencillo homenaje a quienes están vinculados de alguna forma a esa devoción por Torrelavega. Este año han sido distinguidas tres personalidades con la insignia de oro: Vicente Miera figura popular, ilustre y memorable en el fútbol; el maestro Egusquiza, director de la Coral de Torrelavega, que siembra Cantabria y más allá con nuestras canciones; y no podía estar ausente el que este año nos ha dejado: Rafael de la Sierra. Por encima de sus méritos políticos –que los tuvo y muchos–, está su buen hacer, la amistad desinteresada que siempre nos brindó y el amor a la tierra donde hoy descansa. Sin duda alguna: el mejor entre los mejores.
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