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Hace algunas semanas, en un programa de televisión, el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, se permitió definir al prófugo de la justicia Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat de Cataluña, como un exiliado y comparó su situación con la de los exiliados republicanos.
Como ... ha recordado Manuela Carmena, la que fuera alcaldesa de Madrid, cuando alguien en una democracia no se presenta ante los tribunales y huye, no estamos ante un exiliado sino ante un prófugo de la justicia. La huida cobarde de Puigdemont nada tiene que ver con los derrotados que salieron al exilio con motivo de la Guerra Civil, cuando la Dictadura del general Franco abolió las estructuras democráticas de la República.
A Pablo Iglesias le pidieron explicaciones, pero él insistió en equiparar la situación del patético Puigdemont con la de los exiliados republicanos, poniendo al mismo nivel a quienes defendieron la legalidad frente a un golpe de Estado y a quienes quebrantaron la legalidad plenamente conscientes y se enfrentaron al Estado de Derecho. En una democracia no hay exiliados ni presos políticos. Los exiliados republicanos merecen respeto, recuerdo y dignidad. Un responsable del Gobierno de España no puede banalizar la historia de su país de una manera tan zafia, vulgar y carente de sensibilidad.
Los miles de españoles, los historiadores hablan de 464.000 personas, que cruzaron la frontera con Francia en los primeros meses de 1939 ante el avance de las tropas franquistas, después de la caída de Barcelona y del resto de capitales catalanas, no se fueron a vivir a un palacete en Waterloo. Se exiliaron con dolor ante el miedo a que se les aplicara la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, para evitar la cárcel o la muerte y cruzaron la frontera porque eran perseguidos por sus ideas, por haber defendido al Gobierno de la República, por su compromiso con la democracia y fueron recluidos en campos de concentración o enviados a campos de exterminio nazis o a trabajar en la industria de guerra. Fue una tragedia humana que llevó a muchos de aquellos exiliados a México, a Chile, a Estados Unidos, a Cuba, a Puerto Rico, a Argentina, a Moscú, a Argel... Han quedado registrados los nombres de 268 barcos y 168 listas de pasajeros que entre 1937 y 1943 trasladaron a decenas de miles de exiliados republicanos. Aquella España peregrina, aquellos transterrados, no huyeron de un Estado de Derecho.
No voy a dar lecciones a nadie y menos a un profesor universitario como Pablo Iglesias, pero no voy a aceptar lecciones de iletrados que ignoran nuestra historia más reciente, aunque presuman de saber muchas cosas.
Despreciar la legalidad y alentar la insurrección y la sedición acerca a los defensores del 'procés' con el 'trumpismo'. ¿Con quién se siente solidario Pablo Iglesias? Hay bastantes 'trumpistas' camuflados entre los maniqueos que dividen el mundo entre buenos y malos, entre los que están conmigo o están contra mí. La verdad y los valores residen en los ciudadanos y no en los territorios por donde circulan los fascistas étnicos. No se trata de criminalizar el independentismo sino de respetar una sentencia del Tribunal Supremo.
Al Sr. Iglesias lo que le han pedido es que respete lo que significa el exilio provocado por el franquismo y que no compare a aquellas personas que tuvieron que huir por defender un régimen legítimo con las que huyen de la legalidad. Es lamentable que haya personas que se definan como progresistas y banalicen de esa forma la historia. Fue Antonio Machado, a través de Juan de Mairena, quien escribió que «hay hombres que nunca se hartan de saber, pero hay otros que nunca se hartan de ignorar». Iglesias es uno de esos hombres que nunca se hartan de ignorar.
Comparar a los exiliados españoles con los sediciosos catalanes, que con dinero público armaron su particular verbena con urnas de 'todo a cien' y difundieron sus desmanes grotescos aquel 1 de octubre con un fraudulento referéndum, no es tan solo una injusticia. La comparación, como ha escrito Antonio Muñoz Molina, es una vileza.
Iglesias se ha colocado al lado de quienes en el Ayuntamiento de Madrid eliminaron los nombres de Indalecio Prieto y de Francisco Largo Caballero del callejero de la ciudad.
Fotógrafos, artistas, escritores y personas anónimas de todo el mundo documentaron aquel drama con sus retratos, fotografías, textos, documentos, testimonios... Los cementerios de Montauban y de Colliure, donde reposan Manuel Azaña y Antonio Machado y su madre, son lugares para recordar aquel fracaso español y el impacto cultural y social del exilio republicano.
No sé si Pablo Iglesias vio la exposición '1939: Exilio republicano español', que se pudo visitar en las Arquerías de los Nuevos Ministerios en Madrid en diciembre de 2019 y enero de 2020. No sé si leyó los textos que se incluyeron en el catálogo de la exposición. Nada de lo que allí se pudo ver, admitía la más mínima comparación con la actitud del prófugo Puigdemont.
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