Secciones
Servicios
Destacamos
Esta tierra cada día se está convirtiendo en un territorio más peculiar y curioso, hasta el punto de darse un relativismo espacio-tiempo insólito. Efectivamente, aquí las distancias y el tiempo en cubrirlas son relativas. El tren es el mejor ejemplo. La gravedad cántabra es ... mayor y la velocidad menor. No descartemos que Albert Einstein hubiera desarrollado su teoría de la relatividad por estos lares. Un visionario.
Así, acontece que cualquier hijo de vecino puede llegar vía ferrocarril a Madrid -unos 440 kilómetros- en cuatro horas. Aunque no es menos cierto que se necesita una conjunción cósmica para lograrlo. Que la catenaria no se caiga, que no haya huelga, ni argayos o inundaciones... Sin embargo, ir a Bilbao -100 kilómetros- nos supondrán tres horas largas. Pero podrás gozar de bellas y lentas vistas, incluso puedes darte un paseíto por los mismísimos andenes de las múltiples estaciones. Un lujo. En la misma línea podremos arribar a «Ovetus» tras una apasionante travesía de cinco a seis horas. Conocer todos y cada uno de los apeaderos, echarse unos culines de sidra aquí y allá, tras una fabada y frisuelos. Imposible pedir más. Porque este no es un viaje, es una experiencia. ¡Y barato me parece, para todo lo que ofrece! En ese otro transporte llamado automóvil, sin saltarse los límites, tardaremos una hora y tres cuartos, más o menos.
No quisiera yo el Freccia Rossa italiano a 300 km/h., que cuando quiera parar en Santander desde la bilbaína estación de Abando ya estaríamos en Unquera, ni tampoco el tren Maglev de levitación magnética de Shanghái y sus 460 km/h., que se nos pasa un poco de presupuesto. Pero un ferrocarril que funcione, no de alta velocidad, tan solo rápido y eficaz... Seguramente es mucho pedir.
El Shangri-La de nuestros deseos gubernativos regionales es el sempiterno AVE hasta Santander. Peligrosa quimera. Porque si ya ahora los trenes de esta tierra finita son un melodrama, con el tren de alta velocidad serían aves de paso. Se verán y no se tocarán, como en tantos otros territorios hispánicos.
En la radio he escuchado estos días un nuevo eslogan publicitario de la entidad pública ferroviaria: «No todos los trenes son como RENFE». En Cantabria lo han clavado. Pregunten a cualquiera que lleve a cabo recurrentemente la ruta Santander-Torrelavega o viceversa. A menudo es tanto una odisea como un ejercicio de fe. Llegar, se suele llegar, ahora bien, ¿cuándo? Con todo, sigo siendo más de un antiguo lema de RENFE: «Sin espera, sin horarios, con el paisaje que desee». Efectivamente, sin esperanza, con horario relativo, pero eso sí, con tiempo de admirar el mejor de los paisajes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.