Todos los huevos en la misma cesta, por voluntad propia o porque no queda más remedio. El Gobierno de Cantabria echa el resto en la ... reivindicación ferroviaria del tren rápido con Bilbao, con un horizonte mínimo de 18 años, y desdeña el corredor del Noroeste que alientan Galicia, Asturias y Castilla y León. Ni Cantabria se ha sumado a este proyecto, por falta de interés o por desidia, ni tampoco sus impulsores la han echado de menos. En todo caso, el avance del tren a Bilbao dará la verdadera medida del compromiso del Gobierno Sánchez con sus aliados del Ejecutivo cántabro.
Hace poco más de un año, el presidente Revilla viajaba a Bruselas con una frenética agenda de tres días de reuniones con vicepresidentes de la UE, altos funcionarios, diplomáticos y representantes políticos de todos los colores a quienes reclamó su apoyo para la inclusión del tren a Bilbao en el Corredor Atlántico Ferroviario. Algunas decepciones y algunas buenas palabras resumieron aquel viaje. Incrustar el proyecto en la fase actual que debe culminar en 2030 era imposible, Cantabria llegaba demasiado tarde. El siguiente ciclo se demoraba hasta 2050. Un plazo intermedio es 2040. En eso estamos ahora.
El 'lobby' político cántabro ha vuelto a Bruselas esta semana pasada, con la consejera Paula Fernández, representante de la comunidad en el Comité de las Regiones, y los portavoces de todos los partidos con presencia en el Parlamento. Incluso Vox, tan descreído sobre todo lo que concierne a la Unión Europea, se apuntó a última hora. Una breve pausa de consenso antes de afrontar el semestre preelectoral hasta el mes de mayo. El escepticismo sobre la eficacia de la expedición a la capital europea es la tónica general entre los grupos de la oposición, pero que no se diga que no están todos dispuestos a hacer visible su respaldo a un proyecto muy importante para Cantabria, que debía estar en el frontispicio de la reivindicación regional hace mucho tiempo. Al menos desde los primeros años de la autonomía y no desde fecha tan reciente como las vísperas electorales de 2015, cuando el PRC situó a la conexión ferroviaria con el País Vasco en lugar preferente entre los ejes de progreso socioeconómico de la región.
Tampoco a los europarlamentarios de las diferentes siglas les cuesta apoyar la propuesta cántabra, como se ha visto en Bruselas, pero su bienintencionada adhesión tiene un valor muy relativo en el proceso de toma de decisiones de la Unión Europea. En una cosa están de acuerdo Revilla y los partidos de la oposición: el tren rápido con Bilbao no será una realidad sin el empuje decidido del Gobierno de España ante la UE. No basta con que el Ministerio de Transportes trámite la solicitud a Bruselas, no basta con las declaraciones amables y voluntaristas de la ministra Raquel Sánchez, hace falta presión constante, o sea, la determinación firme de cumplir con Cantabria.
Lo que no está del todo claro es por qué Revilla descarta tan drásticamente el interés de Cantabria en el corredor ferroviario del Noroeste que promueven Galicia, Asturias y Castilla y León para competir con el Mediterráneo. Mientras Cantabria desplegaba su nueva ofensiva política en Bruselas, los gobiernos de las tres comunidades se reunían para diseñar su estrategia ferroviaria común. No es la primera vez que Cantabria se queda fuera de estos contactos y es difícil discernir si tal inacción ha sido voluntaria. El Gobierno regional nunca se ha mostrado muy receptivo al respecto porque fija las prioridades en el tren con Bilbao y el AVE con la Meseta, aunque tampoco las tres comunidades implicadas han mostrado mucho interés en incorporar a Cantabria al objetivo. «No nos dispersemos, nuestra dependencia económica está en otra parte», ha dicho un Revilla displicente, como si estuviera hablando de otro hemisferio. Como si Galicia y Asturias no compartieran con Cantabria una misma Cornisa Cantábrica, como si Castilla y León no fuera otra región vecina como la asturiana. Como si defender la prioritaria conexión con el País Vasco y Europa con vistas al año 2040, y eso con suerte, fuera incompatible con apoyar el corredor del Noroeste en alianza con otras tres comunidades norteñas seguramente capaces en conjunto de meter más presión al Gobierno que la que Cantabria puede ejercer en soledad. Y si fuera incompatible, si hay que elegir, habría que explicarlo bien. De momento, la tesis es que con el AVE a Madrid ya es suficiente.
El mapa ferroviario de Cantabria, no sólo el postergado tren con Bilbao, también el premioso AVE de la Meseta y las deplorables Cercanías, será uno de los ejes del debate en la campaña electoral. El Parlamento Europeo puede aprobar unas pocas semanas antes de las urnas la incorporación del proyecto de conexión con la capital vizcaína a la red ferroviaria europea, pero la decisión ejecutiva final corresponderá después a la Comisión de la UE. Y ahí es donde el Gobierno de España tiene que pasar de las buenas intenciones a echar el resto. Obras son amores.
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