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En 1883 Robert Louis Stevenson publica su celebérrima 'Treasure Island' (1883), una novela universal que debería ser de lectura obligatoria. Años después, un compatriota suyo, Patrick Geddes, publicó 'Cities in Evolution, an Introduction to the Town Planning Movement and to the Study of ... Civics' (1915). Finalmente, un tercer escocés, Ian Lennox McHarg, publicaría su 'Design with Nature' (1969).
El primero, el más conocido de todos, nos descubrió, gracias a un mapa dibujado por él mismo, un mundo de piratas y tesoros en una isla remota, pero no será él quien centre este artículo, aunque el propio Geddes lo mencione en la página 8 de su libro. Los segundos, prácticamente desconocidos, se sumergieron en nuevas formas de afrontar la relación entre naturaleza y ciudad, e incluso en el caso del primero, de cómo abordar algunos problemas de las ciudades en relación con su patrimonio construido.
Patrick Geddes introdujo el concepto de 'región' en el conjunto de variables cuyo estudio es necesario para el entendimiento del territorio y de las necesidades para la planificación urbana. Defendió la [encuesta cívica] como elemento primordial para el conocimiento y comprensión del entorno natural en todas sus variables, tanto físicas como económicas o sociales, siendo Edinburgh la ciudad en que inició sus trabajos, luego continuados en Bombay y Tel-Aviv. Operó también con su [cirugía conservadora] en relación con la ciudad, poniéndola en práctica en la misma 'Royal Mile' edimburguesa, donde fijó su domicilio y recuperó los 'closes' (pequeños patios de manzana) más próximos, iniciando su regeneración urbana en un momento en que este término no era tan común como lo es ahora.
Ian Lennox McHarg, por su parte, recogió en cierta forma el testigo de Geddes y lo agrandó introduciendo criterios de urbanismo ecológico y de máximo conocimiento del medio natural, pues se adelantó a las actuales capacidades de los sistemas de información geográfica (SIG) y defendió la importancia de documentar profundamente el entorno físico y natural para saber asignar a cada suelo los usos y características, urbanas o rústicas, que su propia condición recomendase, trabajando con capas superpuestas de información gráfica. En 1960 ya había aplicado sus teorías a la zona neoyorquina de Staten Island y, en relación con las afecciones del huracán 'Sandy' en 2012, se ha estudiado que si el desarrollo de esa zona hubiera sido el que McHarg propuso en 1960, el suelo urbano devastado por el huracán habría tenido una extensión ocho veces menor que la que tuvo (10 kilómetros cuadrados menos, o sea, todo el suelo urbano de Santander desde la conexión entre La Marga y La Albericia y hacia el este de la ciudad). El análisis de McHarg fue, sin duda, digno de haber sido tenido en cuenta por su visión preventiva ante los efectos de lo que ahora se denomina globalmente como cambio climático y que, hasta este escenario reciente, consistía sencillamente en evitar la exposición de la urbanización y de la edificación a ubicaciones de riesgo, ya fuera desde lo geográfico, lo edafológico, la inundabilidad (fluvial o marina), las subsidencias y deslizamientos de tierra, la calidad de los suelos y su mejor aptitud para la agricultura o para su antropización en diferentes grados, u otros factores que pudieran generar afecciones sobre el medio urbano o urbanizado y cuyo estudio anticipado pudiera permitir evitarlas...
Como consecuencia última al discurso de ambos, lo natural quedó ensalzado a un nivel de trascendencia y de aportación de información al planeamiento urbano y territorial que condujo ya entonces a hablar de urbanismo ecológico y que, en el momento actual, llevaría a introducir no solo cuestiones físicas relevantes, sino también un factor adicional: el paisaje. Ciertamente es un valor intangible y objeto de la percepción individual pero, sin embargo, es tan potente que condiciona el precio de la vivienda, modifica la valoración estética de un entorno, establece la aceptación de un lugar u obliga a rediseñar espacios. Y ello tanto en su vertiente natural como en su acepción más urbana, ya que Santander tiene en su paisaje uno de los tesoros que el PGS habrá de sacar a relucir, tal como la consulta pública ciudadana ya ha reclamado, pues en ese paisaje encuentra su elemento de identificación como sociedad con su propio territorio.
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