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A los tres mares que la ciñen corren -distintas y purísimas- mis aguas. Y mi cúspide eterna bendiciendo vientos de Dios. España toda en torno. Mira, admira y calla». Gerardo Diego, 'Vuelta del Peregrino'.
Son tiempos duros para la humanidad por culpa del Coronavirus, ... drama que sigue castigando familias y haciendas. Sirvan estas líneas como unos minutos de esperanza de que la naturaleza nos permita derrotar esta epidemia en la que parece que la creación castiga al ser humano por su osadía de querer ser el Creador.
De Lamasón a Campoo de Suso, de Liébana y Peñarrubia a Toranzo, de Asón y Miera a Valdeolea y Valderredible, nuestra región es pródiga en su geología y ecosistemas montañosos. Incluso sin citar la costa es de las más hermosas de España. Y del orbe. Belleza de montañas, valles y bosques contemplada desde miradores como el de Santa Catalina, despeñada la mirada entre Lamasón y Peñarrubia hasta el Desfiladero de la Hermida (esófago lo describió Pérez Galdós en 'Cuarenta leguas por Cantabria'), el balcón de Fuente Dé, el del Río Asón, el Cuernón de Peña Sagra sobre Polaciones, Liébana y Lamasón, el collado de Piedrasluengas al abrigo de Peña Labra, La Cardosa entre las fragosidades del Saja, el Oso en San Glorio... y, sublime entre todos, el Pico Tres Mares sobre el Collado de la Fuente del Chivo.
Pico Tres Mares, en cuyos amaneceres, escribió el poeta palentino Francisco Vighi, «Por Campoo es rosa y oro/ el cielo. /Hacia la Liébana/ van huyendo las sombras». Y ocasos en los que el poeta montañés Julio Sanz contempló cómo «Peña Sagra, bajo una luz incierta/ se me ofrece como un monstruo herido/ en las crestas de un mar embravecido/ que la furia del temporal se inventa».
Cima sobre las nobles tierras de Castilla, de ella el insigne campurriano de Proaño, Ángel de los Ríos, fue el primero en mil ochocientos cuarenta y nueve en explicar su nombre: «Del Todopoderoso, aquí, la mano/ tres rumbos dio a las aguas indomables,/ al Duero, al Ebro, al cántabro océano/». Y, como el poema del santanderino Gerardo Diego, canta: «A los tres mares que la ciñen,/ corren -distintas y purísimas- mis aguas./ Al Ebro el Híjar, el Pisuerga al Duero y el Nansa se despeña/. Tres destinos: Mediterráneo, Atlántico, Cantábrico./ Y mi cúspide eterna bendiciendo vientos de Dios./ España toda en torno./
En el regazo de cuenca glaciar donde surge en Fontibre del Híjar el Ebro, está el Valle de Campoo. Como mi amado Lamasón, animo al lector a que lo visite cualquier estación del año. En primavera, cuando el deshielo y las cimas son iluminadas por una luz especial, las flores adornan la hierba que verdea y el ganado torna a las brañas: Bucías, Gulatrapa, Los Lagos, El Sapo, Cirezos, Hoyo Sacro, Cuenca Jen, Fuentes, Sejos: evocación milenaria de buen pasto para tudancas y ovejas. En verano, cuando la siega preña de aroma a heno los campos, hayedos y robledales esconden virginales ríos y estrellas fugaces iluminan la romería de la Virgen de las Nieves. En otoño, con el cantar de los ciervos anticipando las primeras nieves que orlan las cimas, los árboles mudan en mil colores, y la buena gastronomía espera en sus restaurantes. Y, claro, en invierno, cuando Campoo es sinónimo de esquí.
Para los montañeses, y con las nuevas autovías para los vecinos de las Vascongadas y Castilla y León, Alto Campoo es una buena estación de esquí a la que no se debe exigir más de lo que ofrece, porque a quien da todo lo que tiene no se le puede pedir más. Como es un regalo su enclave, escalón entre el mar y el cielo donde con el Nordeste se distinguen los barcos sobre la mar, premio reservado a pocas estaciones de esquí del planeta, mientras el atardecer desgarra en el cielo óleos de ensueño sobre Picos de Europa.
Cuando ahora en agosto se siembran de hierba sus pistas y se sigue acondicionando las instalaciones, este artículo, escrito en una serena puesta de sol desde el Pico Tres Mares, elogia al personal de Alto Campoo por la pasada temporada. Después de muchas jornadas de adversa meteorología por el Sur, rematada trágicamente con la llegada del Coronavirus, fue encomiable mantener abiertos los descensos del Tres Mares y Tobogán sólo con la nieve fabricada por los cañones, movida por las palas y las máquinas pisanieves. Su esfuerzo y eficacia favoreció tanto a los esquiadores como al progreso turístico, laboral y económico de nuestra comarca, del que tantas familias dependen para su bienestar. Con el deseo de que pronto sea derrotado el covid-19, que el lector disfrute este tan hermoso enclave español y enhorabuena por su profesionalidad al Ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso y a los trabajadores de Alto Campoo.
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