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Sus cuatro años de caótico mandato, repletos de escándalos y excentricidades, y el esperpéntico desafío a la democracia con el que intentó burlar la voluntad popular que de forma inequívoca decidió desalojarle del poder han convertido a Donald Trump en una triste anomalía en ... la historia institucional de la primera potencia del planeta. En un presidente de Estados Unidos sin precedentes, como no los tiene su indigno comportamiento tras abandonar el cargo. Tampoco los hay de que un juez ordene registrar la residencia de un antiguo inquilino de la Casa Blanca en busca de pruebas de un presunto delito. El FBI lo hizo ayer en una mansión del magnate en Florida, la misma en la que ocultó hasta el pasado febrero al menos quince cajas de documentos oficiales que, según la ley, debían custodiar los Archivos Nacionales.
Si inaudita resulta la inspección policial en la vivienda de un exmandatario de EE UU aún lo es más que sobre este pesen cuatro investigaciones distintas. En el origen de la operación parece estar la posible apropiación de material clasificado como secreto al que tuvo acceso durante su mandato, aunque las pesquisas también abarcan el asalto al Capitolio de una violenta turba para impedir la confirmación de la victoria de Joe Biden y supuestos manejos ilegales de sus empresas. «Esto solo podría suceder en países rotos del Tercer Mundo», bramó Trump, quien incurrió en el mayúsculo disparate de comparar su caso con el 'Watergate', como si pudieran guardar alguna similitud la entrada por la fuerza de unos ladrones en la sede del Partido Demócrata y un registro decidido por un juez ante la existencia de indicios delictivos.
La endeblez de las credenciales democráticas del expresidente y su catadura moral ya han quedado de manifiesto con patrañas como que su fracaso en las urnas en noviembre de 2020 no fue tal, sino un «robo». Pero lo más preocupante no es la indignidad de Trump, sino la deriva hacia el populismo radical de un Partido Republicano sometido a sus delirios y la credulidad con la que una buena parte del electorado compra hasta sus mentiras más inverosímiles. La última: que la operación de ayer oculta un uso político de la justicia por parte de «la izquierda radical» para inhabilitarle mediante una condena e impedir que se presente a la reelección. El hecho de que millones de estadounidenses den por buenas invenciones de ese calibre denota serios problemas en la primera democracia del mundo.
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