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Decepción es la palabra. Después de habernos llevado una alegría con el triunfo holgado y el nombramiento de Donald Trump en las recientes elecciones americanas ... de noviembre, se nos ha transformado en un buen chasco. Vaya camelo. ¿Una trampa para occidente?
Es cierto que no nos gustaba nada la proabortista e incompetente Kamala Harris, como tampoco era de nuestro reino el viejete Biden, sobre todo, desde que quiso humillar a nuestro presidente del Gobierno, dando saltitos con muelle y andando sin mirar por un pasillo, sin hacerle puñetero caso. Si Zapatero había ofendido a los americanos, a todos, cuando se mostró irreverente de forma incomprensible ante su bandera, el mayorcito Biden estaba ofendiendo en ese momento sin duda a todos los españoles. Todo esto es cierto, pero se entiendía ya como agua pasada y se iba dejando poco a poco en el desván de lo que a uno no le gusta recordar, junto a alguna otra cosita, como por ejemplo los desaires a Trump por parte de nuestro presidente en plena campaña electoral.
Todavía tratando de olvidar todo eso, reaparece la figura de Trump, ya desde La Casa Blanca y como elefante en cacharrería cargado de ilusiones para mucha gente y con bolígrafo/rotulador implacable. La verdad es que lo había anunciado una y otra vez en la campaña y todos sabemos que si EE UU va bien es nuestro gozo y si flaquea lo sufrimos. Por lo tanto todo era expectación y fueron saliendo: inmigración, aranceles, México, Canadá, Panamá…, como estaba previsto, ya que formaban parte de sus mantras que uno podía lejanamente llegar a entender sobre todo conociendo al personaje y sus características baladronadas previas a cualquier negociación con el fin de obtener ventaja. Nada nuevo.
Tampoco se le dio mucha importancia a sus gritos entusiasmados nacionalistas de: 'make América great again' ( hacer a EE UU grande otra vez) o sus chulescas afirmaciones de «acabaré las guerras de Ucrania y Gaza en dos días». Viéndolo excitado, con su blandita y superteñida melena al viento, es decir 'on fire' (a tope) le observábamos desde Europa con expectación a raudales y cierta preocupación.
Y de pronto ¡vaya desilusión! ¿preocupación?¿indignación?¿miedo? en cuanto lo vimos todo ya sin tapujos: íntimo de Putin el mayor sátrapa y dictador de este sigo -y compite con unos cuántos- con el que llega a acuerdos increíbles y devastadores, olvidando por supuesto a Europa: «Ucrania para ti y sus minerales a medias», «Groenlandia y el Ártico para ambos», «Gaza para nuestro relax y nuestros daiquiris» y «vamos viendo lo que hacemos con Europa, con Canadá o con Taiwan después de hablarlo con los chinos».
Todo un dislate sazonado con insultos a los ucranianos y a su heroico líder, pero sobre todo a la vieja Europa, «a los que por cierto, ya hemos amenazado oportunamente con nuestro tonto útil de vicepresidente que desde su espíritu de guardería ya les dijo cuatro cosas sobre nuestro parecer».
Así está la historia y sigue… Trump ¿trampa para Occidente? Eso parece. Para echarse a temblar.
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Ana del Castillo
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