Turbulencias de la pandemia
Revilla, siempre protagonista, amplía su distancia crítica con el Gobierno Sánchez y provoca al PSOE con su reprimenda humillante al consejero Rodríguez
Jesús Serrera
Domingo, 17 de mayo 2020, 08:18
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Jesús Serrera
Domingo, 17 de mayo 2020, 08:18
Entre avisos a navegantes y golpes de autoridad en su constante presencia mediática, Revilla nunca pierde la ocasión de reforzar su protagonismo y demostrar quién ... está al mando. Un día amenaza a Pedro Sánchez con el voto en contra de Mazón a la quinta prórroga del estado de alarma si no concede a Cantabria más autonomía y más dinero para manejar la crisis. Y al día siguiente le perdona la vida de forma humillante al consejero Rodríguez al que se le calentó la boca contra la gestión privada en las residencias de mayores. En los gestos desdeñosos de Revilla con el PSOE se advierte que el presidente no teme la ruptura porque además, llegado el caso, no le faltará el apoyo del PP para mantener la estabilidad del Gobierno. Eso ya era así antes de la pandemia y ahora con más motivo.
A Revilla ya no le gusta casi nada de la gestión de la pandemia del Gobierno Sánchez: ni el mando único, ni su cicatería con las comunidades, ni la opacidad del llamado comité de expertos que marca la pauta en la desescalada, ni los planes para el retorno a los colegios. Así que ya ha advertido al inquilino de La Moncloa que en estas condiciones el fiel Mazón votará en contra de la próxima prolongación del estado de alarma. No es que el solitario voto regionalista vaya a ser decisivo, pero tampoco era trascendente cuando rechazó la investidura y se armó la de Dios es Cristo con el amago de ruptura del Gobierno autónomo por parte del PSOE.
La verdad es que las cosas han cambiado bastante desde entonces. Para empezar, el vicepresidente del Ejecutivo y líder regional del PSOE, Pablo Zuloaga, se ha puesto también en plan reivindicativo al proclamar la injusticia del Estado con Cantabria en el reparto de fondos extraordinarios a las comunidades. Un recurso al agravio comparativo que los partidos nacionales no suelen atreverse a utilizar desde la periferia cuando sus dirigentes ocupan el poder central. Hasta a los socialistas cántabros les ha sorprendido el discurso rebelde de su secretario general. Algo tendrá que ver la secuencia de acontecimientos inducida desde la cúpula del partido en Madrid en torno al 10-N: primero le cambiaron al número uno de la lista ganadora el 28 de abril, Luis Santos Clemente, para colocar a Pedro Casares, que no revalidó el triunfo. Luego se produjo el órdago de ruptura al PRC por su voto en contra a la investidura de Sánchez que terminó en un 'papelón' y finalmente le nombraron una delegada del Gobierno, Ainoa Quiñones, que no quería. Mucho castigo para que Zuloaga lo haya olvidado tan pronto.
El Gobierno de coalición ha operado razonablemente cohesionado desde el inicio de la pandemia, con el PSOE al frente de las principales áreas de gestión, sanidad, economía, empleo o servicios sociales, con el presidente y líder regionalista a todo gas en los medios, en la reclamación al Estado que es su especialidad y en alguna improvisación sanitaria como las famosas 'revilletas'.
Pero la tensión entre los dos partidos subsiste subterránea y sale a la superficie en cualquier momento. Por ejemplo, en un mal día del consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, con su diatriba furiosa contra la gestión de las residencias privadas y de paso contra la derecha. El consejero exhibió una piel demasiado fina ante las críticas y cambió la templanza de otras veces por un recital de doctrina ideológica que está fuera de lugar en el máximo responsable del combate sanitario contra la pandemia en Cantabria que debe buscar un diálogo fluido con todos los estamentos.
La oposición pide el cese del consejero Rodríguez y Revilla le regaña como si se lo mereciera, pero le perdona por su buena gestión al frente de la gestión sanitaria. La reprimenda en público es como un azote leve a un niño para calmar su rabieta, un gesto sobreactuado y vergonzante. Al PSOE le irritan los alardes de protagonismo de Revilla y también le preocupa que se deje querer tan a menudo por el PP, siempre a la expectativa de una ruptura en el Gobierno.
A los socialistas de base les gustaría un poco más de firmeza con el socio: por ejemplo, que alguien tendría que decirle alto y claro a Revilla que, con la que está cayendo y la que caerá por la pandemia en los sectores esenciales, pedir que se levante el veto a la caza y la pesca deportiva no puede ser la principal prioridad de Cantabria.
En fin, a medida que la evolución sanitaria arroja cifras esperanzadoras de contagios y víctimas reaparecen las turbulencias internas aparcadas en el debate político de corto alcance. Un exceso de confianza cuando el repunte de la plaga es un riesgo cierto por los excesos en el desconfinamiento y las medidas contundentes para reactivar la economía y el empleo son una necesidad urgente.
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