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En las próximas semanas iremos venciendo la batalla al Covid-19, seguro que sí, y nos enfrentaremos llenos de incertidumbres a la realidad que nos habrá dejado esta pandemia que, no conforme con diezmar nuestra salud o llevarse a muchos de nuestros seres queridos, ha ... puesto en entredicho nuestro sistema social y económico.
Uno de los sectores más perjudicados por la expansión del Covid-19 es el turismo. Según datos de Hosteltur, el movimiento mundial de turistas caerá este año entre un 20% y un 30%, en el mejor de los supuestos; la hostelería, que supone más del 6% de nuestro PIB, verá cómo sus ingresos disminuyen hasta un 40%; alguna línea aérea prevé una disminución del 90% en el número de pasajeros. Lo cierto es que las cifras, aunque cambien cada día, no son nada alentadoras.
Estamos ante la peor crisis que hemos sufrido desde la II Guerra Mundial. El sector turístico, que pretendía entrar de lleno en la sostenibilidad, la innovación y la especialización del producto, está viendo cómo se derrumba ante sus ojos lo que había construido. Asistimos perplejos a la desaparición de planes y proyectos empresariales, que garantizaban el futuro de negocios y trabajadores, que se implicaban con el medio ambiente. La única certeza que nos queda es una duda: qué nos deparará esta crisis o hasta dónde llegará.
En este sobrecogedor escenario en el que nos encontramos, parece que existe unanimidad entre todos los agentes del sector a la hora de afirmar que será el turismo nacional el factor clave para iniciar «la remontada» económica. Lo que no está tan claro es cómo va a reaccionar el turista en los destinos. La masificación, la seguridad, la capacidad sanitaria, cambios de prioridades, la evolución de la epidemia… Son los nuevos parámetros que condicionarán la elección del lugar donde recuperarse de este terrible episodio. A esto hay que añadir la caída del poder adquisitivo del viajero, así como que tras el parón producido por el estado de alarma el periodo de vacaciones va a variar tanto en las fechas como en el número de días.
Ante difícil la batalla de captar el turismo nacional, Cantabria se tendrá que medir, sin complejos, con rapidez y eficacia ante el resto de autonomías; habrá que luchar contra la oferta de nuestros vecinos vascos y asturianos y contra el turismo de sol y playa. Será un trabajo muy arriesgado en lo económico y que exigirá un gran esfuerzo humano. Por ello, es necesaria la colaboración público-privada, sin líneas rojas y con concesiones por ambas partes, para establecer unas directrices basadas en la seguridad, la inexistencia de grandes aglomeraciones y un medio ambiente puro que sirvan para fijar un calendario de campañas de marketing adecuadas. No podemos caer en antiguos clichés, como sacar a pasear la imagen de Revilla por las televisiones, porque ya no basta con enseñar al gorila de Cabárceno o repartir anchoas. Es el momento de hacer las cosas con criterios profesionales y empresariales y en Cantabria existen muy buenas empresas y profesionales de la comunicación capaces de trasladar las sensaciones necesarias a este nuevo tipo de viajero para que se decida por nuestra tierra.
El Gobierno cántabro y los ayuntamientos deberán dar cuantas facilidades permita la ley para visitar o acceder de la forma más barata posible, incluso gratuitamente, a nuestros museos, monumentos y, en general, atractivos turísticos. La iniciativa privada deberá comprometerse a adaptarse a las medidas necesarias, nuevos aforos, nuevas medidas higiénico-sanitarias, limpiezas periódicas, para garantizar la tranquilidad del visitante, a la vez que mantiene los precios.
No hay que obsesionarse con grandes planes o proyectos, en esta situación tan impredecible, quizá, es mejor centrarse en pequeñas soluciones, en detalles que solventen los problemas del día a día. Un plan de reorganización de los medios de transporte, por ejemplo, seguro que es necesario en este momento, pero también lo es que en los mostradores de nuestras tiendas, bares y comercios tengamos gel desinfectante. Las pequeñas cosas tomarán una nueva dimensión y marcarán diferencia.
Aunque haya que mantener la distancia, paradójicamente, de esta crisis solo saldremos trabajando codo con codo.
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