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De lo acontecido hasta ahora en la crisis geopolítica abierta por la invasión rusa de Ucrania se desprenden varias conclusiones.
1. Ucrania no es los Sudetes. Muchos, los más catastrofistas, han querido ver en la invasión del Ejército ruso una reedición del episodio de ... los Sudetes. En 1938, y tras el éxito de la anexión de Austria, un envalentonado Hitler decidió acudir a esa parte de la entonces Checoslovaquia en ayuda de las minorías alemanas que residían alli. La pusilánime respuesta de Francia y, en especial, la errónea visión del premier Chamberlain le permitió iniciar su alocada carrera de ocupación de media Europa. Pero los que ven en la invasión de Ucrania el primer paso de una eventual recuperación de los límites geográficos de la antigua URSS se olvidan de que a partir de Kiev opera el artículo 5 de la OTAN, que obliga a todos los países firmantes a acudir en ayuda de cualquier socio que sea atacado. Rusia no puede con eso, y no lo hará.
2. En el corto plazo, Putin ha demostrado que cuenta con un Ejército mejor de lo que sospechábamos, capaz de alcanzar la capital ucraniana en 24 horas. Pero, como aseguran los expertos militares, una cosa es alcanzar la capital de un país; otra, controlarlo; y otra diferente y mucho más complicada, mantener ese control en el tiempo. Es posible que Rusia sea capaz de descuartizar al Ejército de Ucrania y hasta es probable que pueda derribar al Gobierno y poner en su lugar a uno de esos títeres que, como el presidente bielorruso, bailan al son de la balalaika que puntea el nuevo zar. Pero, ¿por cuánto tiempo? Tiene poder y la relación de fuerzas de los países enfrentados hoy está muy desequilibrada a su favor. Pero quizás no tanto como para mantener una ocupación costosa en vidas e inasumible en términos económicos. Lo que tenga que hacer lo debe hacer pronto.
3. Anteayer volvió la tranquilidad a los mercados financieros internacionales. No solo me parece un comportamiento insensible, creo que es muy prematuro. La crisis militar, dure lo que dure, va a profundizar los desequilibrios que ya existían antes de la invasión. Las materias primas van a subir y los riesgos se van a incrementar. Paliar cualquier riesgo conlleva un coste, y este será grande. Las reacciones inmediatas de la Bolsa acostumbran a ser histéricas en ambos sentidos.
4. En el largo plazo hay cosas que han quedado muy claras. Putin no es un socio fiable. Mientras enredaba al mundo con conversaciones inútiles, preparaba al milímetro la invasión que negaba a todos. Los servicios de inteligencia americanos se han apuntado un tanto, pero los anuncios reiterados de Biden no han servido para disuadir al zar. Lo cual demuestra que temía muy poco, o nada, las igualmente reiteradas amenazas de sanciones. Algo más habrá que hacer en Occidente si queremos influir en los acontecimientos.
5. La respuesta de la UE es patética y la de EE UU, decepcionante. Oírles a Von der Leyen o a Borrell, a Macron o a Sánchez, provoca más desesperación que esperanza. No son capaces de asustar a nadie.
6. Europa debe replantearse ya su estrategia de futuro. Si no somos capaces de crear un ejército importante con capacidad real de disuasión, es mejor que nos preparemos para presionar con la economía. Para ello hay que hacer muchas cosas, y la primera es acabar con la dependencia de Rusia, no solo en materia energética, también industrial. Hay que impulsar aún más las energías renovables y retomar la inevitable energía nuclear de nueva generación. E industrializar de nuevo Europa, para lo cual es imprescindible hablar de China. ¿Será Taiwan el siguiente episodio del ataque al orden liberal económico mundial? Un ejemplo, China ha puesto en marcha un multimillonario plan para reabrir minas de carbón destinadas a alimentar sus centrales térmicas. ¿Se puede saber qué hacemos asfixiando a nuestras industrias con los derechos de emisión, mientras ellos enguarran la atmósfera que todos respiramos y aceptamos a la vez y desaprensivamente sus productos que nos llega sin esa carga?
7. Más ejemplos. Circula en las redes un vídeo de Trump quejándose de que EE UU destina billones de dólares a defender militarmente a Europa de Rusia, mientras Alemania emplea cientos de miles de millones de euros en pagar a Rusia su gas. Lo dijo Trump, el porquero de Agamenón para los progresistas, pero es una verdad como un templo. Y si recuerda que el excanciller socialdemócrata Schröeder es consejero de Gazprom, la cuestión se torna risible.
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