Secciones
Servicios
Destacamos
Los cantantes somos una 'rara avis' que nos jugamos la vida dando vueltas a diferentes países. A lo largo -y ancho- de los años vamos creando un tejido afectivo con el público de diferentes regiones. Disco a disco, gira tras gira. Me gusta mucho más ... la palabra 'oficio' -con su connotación romántica- que la palabra 'trabajo' -con cierta reminiscencia de obligatoriedad-. Y, en mi opinión, este es el más bonito del mundo.
Cuando el cantante, además, es autor de su propio repertorio, la carga emocional es más potente. Vas por ahí cantando tu vida musicada, exponiendo tus vísceras de escenario en escenario. Dejando el corazón a la intemperie. Recibiendo el aplauso cálido o la crítica despiadada. Va en el cargo.
Estos meses está dando su última vuelta Don José Luis Perales Morillas. Se despide para siempre -así de rotundo- de los escenarios. Cierra la persiana. Se corta la coleta. Cuelga las botas. Apaga definitivamente ese foco que parece nunca le gustó demasiado.
En tiempos de reguetón salvaje, de 'éxitos' fulgurantes, de una superficialidad que por momentos asusta..., él sale al escenario con su extrema humildad, pidiendo permiso -y casi perdón- por estar ahí. Se confiesa compositor de vocación -en mi opinión sublime- y cantante por accidente -se adivinan sus nervios-. Y advierte de que de la composición nunca se borrará, que lo tendremos pertrechado, guitarra y bolígrafo en mano, soldando acordes y palabras, esta vez solo para otros.
Cuando las canciones se meten en la vida de la gente es para siempre. Y en esto Perales se ha metido hasta la cocina, literal y metafóricamente, de millones de personas. Con himnos propios y otros tantos hechos a medida para muchas compañeras y compañeros del gremio.
A veces con la música pasa como con el fútbol, que no tenemos memoria. En esta ocasión no está sucediendo, y ante aforos completos -en estos días de fatiga pandémica donde cuesta llevar al respetable a los recintos- dice «hasta siempre» recibiendo de vuelta ese calor que sus canciones proyectaron, proyectan y proyectarán.
Y el público solo acertamos a articular un GRACIAS, mayúsculo e infinito.
Hay que rendir pleitesía a una persona que entrega toda su vida a una causa, sea de tu agrado o no. Para mí el aplauso es opcional; el respeto, obligatorio.
Tuve la suerte de vibrar y viajar a una época maravillosa de mi vida asistiendo a esta última vuelta aquella noche de agosto en la plaza de toros de Alicante, escenario que yo mismo pisaba dos días antes. Además tenía a mi lado a mis padres, como si cerrara el círculo emocional. Los miraba y los veía treinta años atrás metiendo el casete en la radio del coche para terminar cantando los cuatro 'Un velero llamado Libertad'.
Pitágoras, con su sabiduría filosofal, decía que «la felicidad es saber unir el final con el principio». Y con este broche final -dorado y grande-, José Luis lo ha conseguido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.