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De vez en cuando en el instituto pregunto a los alumnos qué quieren hacer en el futuro, qué quieren estudiar. O cuando ya están en el bachillerato les intento sonsacar qué van a hacer con su vida a la vuelta del verano. Rara vez, muy ... rara vez, alguno se descuelga respondiendo que quiere ser camionero como su tío Manolo o reponedor del súper de su barrio o limpiadora, ahora se dice kelly, en un hotelito rural de Noja, celador en el hospital de Laredo, agricultor en Valderredible, temporero en Huelva...
Aunque en ocasiones flojeo de memoria, no lo recuerdo, palabra. Todos quieren, y a todos, docentes y padres sensatos, les aconsejamos, salvo honrosas excepciones, profesiones y estudios «con salidas». Es decir, donde prime el pecunio. Las vacaciones en Punta Cana, el chalecito en la costa y muchos caballos en el garaje. Por otra parte, todo muy respetable. Pero, miren por dónde, precisamente son el tío Manolo, entre otros, quienes nos están sacando las castañas del fuego en estos singulares e inéditos días. Curioso.
¿Eso significa que el resto de mortales dedicados a ilustres oficios, tareas y profesiones seamos superfluos o inútiles? Evidentemente, la respuesta cae por su propio peso. No obstante, con más peso cae, que quienes ahora están ahí en primera fila, hasta hace veinte días y con seguridad dentro de unos meses, los veamos y seguiremos viendo como empleos de segunda división b, en el mejor de los casos. A todos nos gusta el reconocimiento y la palmadita. Y nuestros sanitarios, desde el internista a la limpiadora, se merecen más que un cumplido. Pero no olvidemos que somos el país cainita de siempre. El de justos por pecadores. El de claxon y pitido fácil. El mismo que aplaude a la enfermera a las ocho y la increpa al volver a casa. «¡Mira que pasearse a estas horas...! ¡Insolidaria!». Pero, desde el celador del hospital Tres Mares de Reinosa, hasta el repartidor de pizzas, lo que en realidad merecen y necesitan, como todos, es un sueldo y unas condiciones de trabajo dignas. ¡Pero claro, con la clase política hemos topado Sancho!
¿Qué tiene que ocurrir para que los próceres de la patria, que dicen velar por nosotros, se alíen en un interés común, el nuestro, el vuestro, el de todos? ¿Hace falta algo más grave? ¿Podrían decirnos el qué? Por ir preparándonos. Pero hay esperanza. A los españoles nos va la épica. Y en algún laboratorio de nuestro país, ahora mismo, están la hija de la Paqui y el cuñado de Rafa, que eran unos frikis. Tienen un contrato en prácticas, cobran una miseria y están más pálidos que Iniesta. Pero darán con la vacuna. ¡Qué fenómenos! Pero así es la condición humana, o mejor dicho, la condición hispana. Hoy mi aplauso va por ellos.
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