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Han pasado algo más de 15 años desde la publicación del 'Documento Blanco de Buenas Prácticas en la Cuenca del río Pas'. Aquel escrito era una alerta y propuesta de futuro sobre las posibles consecuencias de proseguir un modelo arcaico de mala gestión en ... la relación río-territorio. Desafortunadamente poco ha cambiado, y el Pas, lejos de ser el río de 'Pax' romano, ruge más que nunca. Los desencuentros con este río datan de tiempos lejanos, tal como podemos ver en la documentación de los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando fueran devastados sus bosques, lo que conllevó la consecuente merma de contención de las riadas. En 1736 hubo más de cien muertos y los desbordamientos destruyeron algunas localidades anexas al río, obligando a nuevos emplazamientos en zonas más altas de la margen oeste. Documentos apocalípticos señalan que la furia de aquel Pas se presentaba como un castigo de Dios. Y, sin embargo, aquellos terrenos de su ribera han vuelto a ser ocupados.
Tras las trágicas inundaciones de 1983 se implantaron medidas muy duras, realizándose el mayor encauzamiento de un río en Cantabria por medio de escolleras que abarcan buena parte de la cuenca media, en la vega de Alceda-Ontaneda. Con ello se dio más pendiente al río en un tramo encajonado y escalonado, para acelerar la evacuación de las aguas, desoyendo voces autorizadas que avisaban que en Europa ya se estaban descanalizando los ríos, el ingeniero Gardiner lo explicó en los debates de Cantabria Nostra. Se cometieron varios errores, principalmente la transformación de un río de montaña, como es el Pas, en un canal, alterando los estíos y las crecidas, y con ello la vida del río, su fauna y flora. Desaparecieron sus sistemas de meandros, que contenían su velocidad y disipaban su energía, lo cual aumentó su virulencia aguas abajo, desde Puente Viesgo hasta la desembocadura, afectando al cordón dunar del Parque Natural de Liencres, cuyas arenas en gran parte proceden del arrastre del río.
Al mismo tiempo, la presencia de escolleras en los bordes del río ofrecía una falsa sensación de seguridad que animó a ocupar entornos de ribera, que forman parte de las zonas de inundabilidad del río. Permitir que estas zonas se inunden en primera instancia, hace que el río derrame su cauce y no coja altura, evitando así que otras zonas más sensibles, por estar habitadas, puedan sufrir graves daños. El río es un elemento vivo que cambia con las estaciones y los años. En cada crecida o estiaje el río cambia, evoluciona y aporta información de cuáles son los puntos más vulnerables.
No es casualidad que, con menos volumen de precipitaciones que en el año 1983, el desbordamiento del Pas en el tramo bajo sea mayor, afectando especialmente a Vioño, Zurita, Renedo, Salcedo y Quijano y, con la consecuente subida mareal, a Oruña, Puente Arce y la vega del Pas de Boo de Piélagos y Miengo. El viejo puente de Oruña (S.XVI), Bien de Interés Cultural relevante ha sufrido las consecuencias de esta avalancha y resiste heroicamente, no sabemos hasta cuándo.
Nunca debe olvidarse la limpieza de los ríos, mantenimiento que hasta Felipe II solicitaba, para que localidades ribereñas pudieran evitar desbordamientos y pérdidas, especialmente en puentes u otros obstáculos artificiales, cuyo taponamiento pueden originar inundaciones locales, o la caída de árboles que se convierten en proyectiles destructores. La política actual de las Confederaciones de dejar a la naturaleza seguir su curso, de lógica aplicación en las zonas más naturales del río, no tiene el mismo sentido en zonas urbanas, donde tiene que primar la seguridad y defensa de las zonas habitadas, de la misma forma que no dejaríamos osos sueltos en una ciudad, sólo bajo el falso criterio de evitar alterar su forma de vida.
Hay que abogar por una política de reforestación de las laderas del Pas con vegetación autóctona, su papel puede ser determinante en la ralentización de las aguas y dosificar su llegada al cauce, en arroyos y ríos secundarios. Hay que renaturalizar los ríos, recuperar sus meandros, sus características graveras y las zonas de trazados reticulares, que disipan su energía en momentos de crecida. Hay que recuperar urgentemente zonas de inundabilidad, aptas para usos agroganaderos o de ocio, para que sean compatibles con avenidas ocasionales y permitan aumentar su capacidad de embalse para contener el caudal de sus avenidas. También hay que atajar la proliferación de estructuras urbanas a la vera de los ríos, modelo muy peligroso que solo consigue incidir en las causas y multiplicar las dramáticas consecuencias. La futura Ley del Suelo de Cantabria debería incidir en estas cuestiones.
Un río es un todo que no se puede desmembrar, ni actuar en alguna de las partes sin que ello afecte al resto del río. La lámina de agua es la parte visible de un fenómeno natural que comienza con la gota que cae en las cumbres que limitan el valle. Su control ha de establecerse en todo el territorio que abarca su cuenca: interponer bosques en las zonas de captación, definir generosas zonas de inundabilidad o mantener sus formas zigzagueantes y texturas naturales, como los característicos encachados de piedra, son estrategias que facilitan su contención de manera natural, y por ello vuelve más previsible su comportamiento. Un río no es bueno ni malo, un río solo quiere ser río. Somos nosotros quienes nos metemos en su terreno y pretendemos imponer que sea como no puede ser.
Muchas de las fórmulas para evitar situaciones catastróficas como las sufridas recientemente pasan por rectificar errores pasados y permitir que científicos y expertos en hidrología de ríos, orienten la manera de convivir con el agua. Respetar lo suyo ayuda a defender lo nuestro. Si no actuamos así, el río volverá a reclamar su espacio y a rugir ante las agresiones.
Todo nuestro apoyo y solidaridad con los vecinos del Pas y con los de las otras cuencas que han sufrido el miedo y las terribles consecuencias de las recientes inundaciones.
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