Secciones
Servicios
Destacamos
Henri Lefebvre publicó en 1968 su libro «El derecho a la ciudad», donde reivindicaba «la posibilidad de que la gente vuelva a ser dueña de la ciudad (...) sobre la base de la idea de ciudad como producto cultural colectivo». En 1958, Jane Jacobs, activista neoyorquina ... y referente del urbanismo actual, proclamó que «cuantas más personas haya en la calle, menos policía necesitaremos». Lideró, ante Robert Moses, que Washington square se convirtiera en una plaza y no en un nudo de autopistas. Su libro «Muerte y vida en las grandes ciudades estadounidenses» (1960) fue su gran manifiesto. Él, Robert Moses, «factotum» de la ciudad (NYC), despreció a Jane Jacobs y su protesta como propia de «housewives» (amas de casa). La evidencia y la justicia de su reclamación y su defensa de la ciudad y de la calidad de vida urbana hicieron de ella la triunfadora del conflicto.
Las ciudades experimentan tensiones urbanas casi permanentemente y, además, de forma simultánea: la vida no entiende de sucesiones, todo pasa a la vez. Frente a ello, la población asiste a los cambios generalmente poco informada y, en muchas ocasiones, sorprendida e incluso hasta perpleja. El boletín oficial nunca será fuente de información suficiente y la participación cívica aún no está bien integrada en los procesos urbanísticos. Así, se hace difícil simplemente saber qué es lo que está en juego en la ciudad en cada momento, tan solo estar al día.
Aunque en el horizonte está ya la consulta ciudadana como referente de actuación (al menos, con el planeamiento y sus cambios) y ya se han desarrollado interesantes debates urbanos, la realidad es que la población merece ejercer su «derecho a la ciudad».
Un «derecho a la ciudad» no reivindicativo, siquiera, sino informativo y educativo. Es necesario conocer los procesos e iniciativas urbanísticas que se activan a diario en la ciudad. La base de la opinión es el conocimiento, y este hay que acercarlo a la población.
Los profesionales del urbanismo conocen su disciplina y los políticos también saben la suya (en visiones no necesariamente, ni siempre, coincidentes) pero la ciudadanía ha de saber opinar al respecto para que la acción de unos y otros sea sometida, simplemente, a una crítica bien informada. En New York estuvo Jane Jacobs para ejercer esa labor educativa capaz de forjar la opinión pública desde la información. Toda ciudad debería explicar a su población sus procesos urbanos, tan complejos, para que su conocimiento fuera pleno. Solo desde ahí la opinión será válida.
Para activar esos canales, es básica la misión de los profesionales del urbanismo en coordinación con la propia sociedad civil, que es la verdadera usuaria de la ciudad y la auténtica protagonista de la vida urbana. La acción urbanística oficial tiene que ser explicada con el máximo rigor técnico. No es posible opinar ni decidir si se carece del conocimiento de los proyectos y de sus implicaciones. Si no se tienen modelos ni referencias. Si no hay debate ni confrontación de opiniones a favor y en contra de los asuntos. Jane Jacobs no pretendió arruinar NYC, sino mejorarla.
Cuando parecería que se bajan ciertos listones en la formación educativa y los referentes pretenden acotarse incluso en el tiempo, el conocimiento debe reclamarse como imprescindible fundamento de cualquier acción. El «derecho a la ciudad» nace del «derecho a la información». Además, la lectura aportará un valor añadido imprescindible. Habrá libros irrenunciables para quien quiera, verdaderamente, estar bien informado. Jane Jacobs, Henri Lefebvre, Jan Gehl o Saskia Sassen, por poner algunos (no todos). Y habrá ciudades referentes (NYC, la Medellín de Jorge Pérez Jaramillo, la París de Carlos Moreno...). Pero, además de la lectura, la ciudad debe contar con información de su propio entorno, de sí misma, de lo que pasa en ella, de cómo ser (o no ser) «ciudad del cuarto de hora», compacta, densa, policéntrica, amigable, accesible, resiliente, eficaz y eficiente energéticamente...
La jerga técnica-urbanística es amplia y compleja, aunque ya hay mucha gente que sabe de aprovechamientos y edificabilidades. Por eso, urge un modelo de información pública accesible, resiliente y adaptado a la actividad municipal y legislativa, y, sobre todo, amigable y cercano. ¿Formato posible? Probablemente, no único. El artículo o la tribuna de prensa siempre llegarán a mucha más población que cualquier otro canal de comunicación, pero la explicación en foros de debate o mesas redondas será el formato más cercano y más clarificador, al permitir la interacción directa y la réplica. Proximidad, pues.
Colegios profesionales y asociaciones cuentan con un campo de acción vacío cuya ocupación por quienes, leal y honestamente, sean capaces de contar cómo conocer, aprehender y reclamar el «derecho a la ciudad» ante lo que en ella va sucediendo, será bien aceptada por la sociedad. Se tratará de acercar a la ciudadanía conceptos como el de «ciudad del cuarto de hora» o «ciudad inclusiva» desde la mirada de género, hablar de proximidad, de equipamientos de barrio y de accesibilidad. Y también explicar los asuntos que se abordan en los territorios propios. Se tratará, en definitiva, de [in]formar en urbanismo...
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.