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Con el laberinto de intrigantes posibilidades que ofrecen las elecciones regionales y municipales, ¿quién se acordará de que también habrá una urna para el Parlamento Europeo? Pero, aunque nos parezca lo más lejano y menos vinculante, bastará que palpemos los bolsillos para ver ... si ahí sigue ese euro. Muy probablemente una de sus caras nos revelará que fue acuñado en Alemania, Francia, Portugal o Bélgica. Europa es nuestra vida. La normativa de los productos que compramos en la tienda o el híper. La que afecta a los vehículos que conducimos o nos conducen. Nuestros derechos al comprar un billete de avión, reservar un hotel, adquirir un aparato electrónico, o un producto cualquiera por internet. La propia regulación de la red y de la protección de los datos de las personas. Lo que pueden sacar del mar nuestros pescadores. Lo que pueden vender nuestros ganaderos. Lo que se puede hacer o no hacer en espacios de valor para la fauna y flora ibéricas. Lo que pueden contaminar o no nuestras industrias. Los márgenes del IVA que pagamos al comprar cualquier mercancía o servicio. Incluso los límites que nuestras autoridades deben observar a la hora del gasto público para que no se desmande y cause una crisis. También lo que nos cuesta el dinero cuando solicitamos un crédito (algo que finalmente depende de Frankfurt am Main).

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