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Con el laberinto de intrigantes posibilidades que ofrecen las elecciones regionales y municipales, ¿quién se acordará de que también habrá una urna para el Parlamento Europeo? Pero, aunque nos parezca lo más lejano y menos vinculante, bastará que palpemos los bolsillos para ver ... si ahí sigue ese euro. Muy probablemente una de sus caras nos revelará que fue acuñado en Alemania, Francia, Portugal o Bélgica. Europa es nuestra vida. La normativa de los productos que compramos en la tienda o el híper. La que afecta a los vehículos que conducimos o nos conducen. Nuestros derechos al comprar un billete de avión, reservar un hotel, adquirir un aparato electrónico, o un producto cualquiera por internet. La propia regulación de la red y de la protección de los datos de las personas. Lo que pueden sacar del mar nuestros pescadores. Lo que pueden vender nuestros ganaderos. Lo que se puede hacer o no hacer en espacios de valor para la fauna y flora ibéricas. Lo que pueden contaminar o no nuestras industrias. Los márgenes del IVA que pagamos al comprar cualquier mercancía o servicio. Incluso los límites que nuestras autoridades deben observar a la hora del gasto público para que no se desmande y cause una crisis. También lo que nos cuesta el dinero cuando solicitamos un crédito (algo que finalmente depende de Frankfurt am Main).
Todo esto es nuestra pura vida cotidiana, nuestra circunstancia permanente. Y no se decide ni en el ayuntamiento, ni en el parlamento autonómico, ni tampoco en el Gobierno de España en muchos casos. Son normativas europeas que afectan a todos los ciudadanos de la Unión. A estas se añaden las normativas de homologación de estudios universitarios en el Espacio Europeo de Educación Superior (algo trascendente para una región como Cantabria, donde casi la mitad de los jóvenes en edad de merecer están enrolados en universidades) y muchas otras regulaciones.
Justo cuando los británicos, en un momento de obnubilación nacionalista, se han querido salir de la Unión es cuando irónicamente han hecho patentes las enormes ventajas de las tres libertades de circulación (personas, bienes, capitales). Mientras el resto de los europeos hemos sentido más bien tristeza de que un socio tan relevante y apreciado opte por marcharse de la empresa común, ellos han tenido más bien la sensación de meterse en un fregado con insuficiente preparación, e incluso de haber sido engañados por los populistas que son a la era posmoderna lo que en tiempos imperiales era la caricatura de John Bull ('Juan Toro', el 'Tío Sam' de la iconografía popular británica). Las recientes elecciones municipales han presenciado un gran avance de los europeístas liberal-demócratas. Conservadores y laboristas caen porque no saben cómo quieren ser europeos sin estar en Europa. No saben qué vida cotidiana quieren, ya que tiene que ser europea por hecho geopolítico insoslayable, pero no puede ser 'unioneuropea' institucionalmente. Si al final tragan con el mercado único, pero sin poder opinar en las cumbres políticas, habrán hecho el mismo negocio que aquel soldado que decía: «Que se fastidie el sargento, que hoy no me como el rancho».
La cotidianidad de Cantabria es totalmente europea desde 2002, año de entrada en circulación del euro. A las progresivas reglas de la Unión se agregaron las más estrictas de la Eurozona (19 de los 28 países de la UE tienen el euro como divisa). Así pues, esa urna que a usted le puede parecer para cuestiones extrañas y lejanas, en realidad es más cercana y tiene mucha más influencia en su vida que la de la junta vecinal, municipio o incluso la autonomía de Cantabria, que no puede legislar contra una norma europea. Esa es la urna que marca el futuro. No lo olvide y no se me relaje.
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