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Queremos ver la luz al final del túnel. Lo necesitamos. Abrazar la esperanza de que más pronto que tarde volveremos a recuperar el aliento y ... aquella vida, la normalidad, en la que éramos felices y no lo sabíamos. Y no soy yo nada 'manriqueño', al contrario, soy de los que cree que lo mejor está siempre por venir. Lo que se conoce como un optimista de centro. Ya saben: lo de la moderación y el término medio y la virtud, y esas cosas. Sin estridencias. Aunque hay cuestiones que a uno le alteran.
Vacunas, vacunas y vacunas. ¿A alguien se le ocurre algo más importante, fundamental y urgente para salir de esta situación tan dramática que vacunar, vacunar y vacunar? ¿Verdad que no? Pues parece que el consejero de Sanidad no lo tiene lo suficientemente claro. Esta es la historia. A pesar de que todos sabíamos que las primeras vacunas llegarían el 27 de diciembre y conocíamos el informe del Consejo Interterritorial que determinaba los grupos preferentes de población que tendrían que recibirlas -mayores y personal de las residencias, personal sanitario de primera línea, resto del personal sanitario y colectivos de grandes dependientes, y por ese orden-, ese día, mientras el consejero de Sanidad acicalaba las rosas de su jardín, sólo se habían formado en Cantabria dos equipos de vacunación. Suficientes para montar el número mediático, pero indecente como actuación política.
Varios días después, los medios de comunicación publican una clasificación de las vacunas administradas por comunidades autónomas y Cantabria aparece como última clasificada. Revilla, que no podía tolerar que las televisiones a las que él tanto acude a dar ejemplo de gestión abriesen los informativos con Cantabria como farolillo rojo, pone el grito en Peñacabarga y exige a Sanidad que empiece a vacunar como si no hubiera un mañana. Y que caiga alguna cabeza. Y así rodó la de la directora de Salud Pública sirviendo de parapeto al cráneo del consejero, que por aquellos días seguía en el jardín.
El objetivo no era vacunar a quien por justicia, necesidad y sentido común le correspondía y en el orden establecido, sino mejorar la imagen de este Gobierno y dar la vuelta a esa clasificación. No se trataba de seguir una estrategia planificada y de proteger a los más vulnerables y expuestos, sino de marketing. Intolerable.
A partir de aquí, y en busca de ese objetivo clasificatorio, el caos que ya conocen. Gerentes, personal de mantenimiento, los jefes de Ambuibérica, el del quiosco, los internos del Dueso, personal de oficina, la madre de una directora del SCS, los que pasaban por una calle de Ampuero en el momento oportuno y los que aún no conocemos pero que ya llevan al menos una dosis en el brazo. Todos estos vacunados antes que abuelos y el personal que los cuida; antes que el personal sanitario de primera línea, los que se la juegan por todos; antes que el resto del personal sanitario que se relaciona cada día con decenas de pacientes... Hasta Revilla, el comentarista, clamó en las televisiones que no permitiría que esto volviese a ocurrir. El otro Revilla, el presidente, sigue viéndolas venir sin tomar partido.
No es decente que, sabiendo que iban a llegar las vacunas el 27 de diciembre, no tuviesen preparado un ejército de vacunadores, y más después de la oferta de colaboración de todos los profesionales sanitarios, la sanidad privada y, como siempre, el Ejército. No es digerible que no hubiesen diseñado una estrategia coordinada con todas las residencias y centros de salud para proceder a la vacunación. Asturias, llegado el día, había formado 58 equipos de vacunación y el 8 de enero había puesto la primera dosis a todos los residentes y personal de las residencias de mayores. Asturias ha puesto las dos dosis a 22.227 personas, Cantabria a 5.861.
¿Tenía el consejero algún plan más importante que dejarse el alma en la coordinación de esta primera fase de vacunación? ¿Quién no entiende que pidamos que dimita, que se vaya al jardín? ¿A quién hay que explicar que cada día que tardas en poner una vacuna a uno de nuestros mayores, los más vulnerables, es un día más expuesto a las terribles consecuencias del virus? En la vacunación no hay que correr, hay que volar.
Espero que el Gobierno de Cantabria, en este tiempo de espera por falta de vacunas, haya recapacitado y tenga diseñado el plan de vacunación para cuando lleguen las vacunas a miles, según dice Revilla, y sea la población la que tenga que acudir a recibir el pinchazo. Palacios de exposiciones, gimnasios, catedrales, teatros... Sanidad pública y privada. Dentistas, veterinarios, fisios. Médicos y enfermeros jubilados. No podemos dejar caer todo el peso en los centros de salud y en personal público sanitario, que ya están a reventar. Todos. Vacunar, vacunar y vacunar.
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Ana del Castillo
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