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Hace años, estudiando textos sobre el populismo, confeccioné el siguiente vademécun. Puesto que era para uso propio omití anotar las fuentes y ahora lo lamento. Seguro que entre los autores estaban Laclau, Gramsci y Zizek, pero había otros de cuyo nombre no puedo acordarme.
Principio ... de simplificación: un solo enemigo, una sola idea, un solo símbolo
Principio de contagio: hacer de múltiples adversarios un bloque único; por el contrario, hacer de múltiples grupos un solo pueblo.
Principio de transposición: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, responder al ataque con el mismo ataque (me llamas golpista, te llamo golpista).
Principio de exageración y desfiguración: convertir cualquier anécdota en categoría; y categorizarla como 'amenaza grave'.
Principio de vulgarización: adaptar el mensaje al nivel del menos ilustrado (cuanto más grande es la masa más vulgar es el mensaje).
Principio de orquestación: limitarse a un número de ideas muy reducido, repetidas hasta la saciedad.
Principio de renovación: emitir nuevas noticias de forma constante e ininterrumpida, de modo que la posible respuesta del oponente quede anticuada antes de producirse. La frecuencia de las acusaciones debe ir en aumento para abrumar al adversario sin que recupere el aliento.
Principio de verosimilitud: construir argumentos a partir de globos sonda (lanzados al público) y de informaciones fragmentarias (medias verdades).
Principio de silenciamiento: pasar página de las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos, menospreciar los logros del adversario, contraprogramar -con la ayuda de los medios afines- poniendo en primer término los puntos débiles del adversario.
Principio de transfusión: operar a partir de un sustrato preexistente (mitos, odios, prejuicios) para que los argumentos difundidos arraiguen en actitudes primitivas, tribales.
Principio de ecuanimidad: convencer al pueblo de que sus líderes piensan como ellos y que esos pensamientos son unánimes (por otros nombres, principio único o políticamente correcto).
Las inminentes elecciones madrileñas son una excelente oportunidad para comprobar cómo funcionan en la práctica estos principios. La práctica de estos principios es una de las principales, sino la principal causa de la degradación del sistema democrático al lamentable estado en que hoy lo encontramos. Dichas prácticas se han normalizado y hoy las aceptamos como un aspecto más de la realidad que vivimos, un componente más del paisaje urbano contra el que poco o nada podemos hacer. Es decir, no nos produce indignación; no hasta el punto de revelarnos contra ello y castigarlo, venga de quien venga y de donde proceda. Denunciamos, sí, su utilización sectaria por nuestros oponentes; pero no vemos la viga en el ojo de los nuestros. Y, burla burlando, cada día se recrudece un poco más una guerra civil larvada, el populismo se enseñorea del terreno de juego, el juego sucio desborda todo límite democrático y los árbitros se muestran impotentes.
Nos dirigimos como sonámbulos a una guerra civil, que incluso si se mantiene como 'fría', hará que el conflicto se enquiste por una generación, como mínimo. Pensamos que no, que los que lo dicen son casandras agoreras. También lo pensaban en la antigua Yugoslavia y, de pronto, sin saber cómo, se escaparon de la botella todos los genios ancestrales y los hasta entonces vecinos y amigos se convirtieron en enemigos irreconciliables. Han pasado 30 años y todavía no han logrado volver a meter a los genios en la botella. Entretanto, Yugoslavia se ha dividido en seis países. En España eso no va a ocurrir, pero una salida pacífica no es posible si el enconamiento permanece en los niveles actuales. Sinceramente, en este momento no veo una luz al final del túnel.
Pero quiero terminar compartiendo la reacción de mi querido Paulino Viota al susodicho vademécun: Ya Platón decía que la Asamblea [de ciudadanos] se comporta como se comportaría una asamblea de niños a la que se dirigieran un médico y un pastelero [pienso yo que el médico lo tendría crudo]. Nos inflaman las pasiones ideológicas que no son más que espejismos ideológicos. Creemos que son la cabeza de una pasión y solo son una pasión de la cabeza. ¿Tan diferente será la gestión práctica y empírica que hará Biden de la que hizo Trump? ¿Y si lo es, no será por causas ajenas a su gestión presidencial, como el coronavirus o los monopolios tecnológicos? ¿No será la mayor diferencia el que hacen una propaganda muy diferente, que gestionan dos pastelerías competidoras? [Dejo a cargo del lector la extrapolación correspondiente a su realidad local].
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