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En los próximos cinco años las democracias asentadas seguirán 'cortando el bacalao', predominarán las políticas liberales, la libertad de movimientos de mercancías, capitales y personas seguirá funcionando como hasta ahora. Pero a más largo plazo, digamos 25 años, se habrán asentado algunos de los más ... destacados países emergentes: China, India, Indonesia, Brasil, México, Nigeria, Etiopía, Egipto, Turquía... Aquellos que hayan demostrado mayor capacidad de crecimiento y sean capaces de institucionalizar sus estructuras de gobierno se sentarán a la mesa del nuevo orden mundial.
Por supuesto, China es el primero de la lista. Una vez ha quedado claro que sólo acepta las actuales reglas del juego internacional en tanto consiga imponer las suyas propias, hay que ir haciéndose a la idea de que los dirigentes chinos no sólo están convencidos de su mayor capacidad para resolver los problemas de la sociedad que las democracias liberales, sino que van a promocionar abiertamente su modelo de organización económico, político y social. Y van a hacerlo compitiendo en todos los terrenos: comercio, empresas, tecnología, defensa. Esto va a establecer una nueva división del mundo. Ya no entre países desarrollados y emergentes, sino entre aquellos que adopten el modelo de capitalismo de Estado con la empresa pública predominando claramente sobre la privada, y los que se mantengan fieles al modelo liberal basado en la desregulación de los mercados y la sacrosanta propiedad privada. De momento, la influencia china en Asia, África y Latinoamérica es innegable, como lo es el repliegue de Estados Unidos al que ya no se ve como 'la potencia indispensable' de que hablaba Bill Clinton.
Cada vez resulta más ineludible el reemplazo del orden bipolar -hoy China/EEUU- por un orden multipolar mucho más complejo de manejar. El efecto más inmediato ha sido el reconocimiento de hecho, por parte de Estados Unidos, de que no puede intervenir en todos los conflictos habidos y por haber. Ha decidido concentrar sus esfuerzos en aquellas áreas donde se ventilarán sus intereses vitales en el futuro y se está desentendiendo de sus actuales compromisos herencia del pasado: Oriente Medio, una vez que EEUU ha conseguido la autonomía energética; y Afganistán, la tumba de todos los imperios. Pero esta política ya le está pasando factura en África y América Latina. Penetración de mercados que consideraba exclusivos en América, y la presencia en África no sólo de China sino, en su cornisa mediterránea, de Turquía, Rusia e Irán.
El papel de la Unión Europea a 25 años vista va a depender decisivamente de lo que ocurra en los próximos años. Si Europa quiere jugar un papel relevante en el orden multipolar que se nos viene encima, es preciso que avance de forma decisiva su integración política. La Europa de las patrias que promovía De Gaulle, y hoy promueven los movimientos ultranacionalistas en cada miembro de la Unión, relegaría el papel de Europa a un segundo término. De hecho, se produciría un desgajamiento de determinados países (el Reino Unido ya lo ha hecho), y el resto formaría una versión reducida de la unión política. En este sentido es crucial lo que ocurra en Francia, pero también en Italia y España. Si estos 3 países -junto a Alemania- dan de forma decidida un paso al frente, transfiriendo soberanía a la eurozona en el ámbito de la economía, la política exterior, la defensa y la seguridad nacional, el proyecto de la UE se habría salvado. De otro modo sería una tragedia: la pérdida de una oportunidad histórica que tardará generaciones en volver a darse.
Habría mucho que decir del papel de otros países emergentes en Asia (particularmente India, pero también Indonesia), África (Nigeria, Egipto) y Oriente Medio (con una Turquía que aspira a reconstruir el imperio otomano), países que sin duda están llamados a jugar un rol decisivo en el nuevo orden mundial. Pero, por su proximidad histórica, voy a terminar hablando de Latinoamérica y los dos países que estarían llamados a llevar la voz cantante: Brasil y México. Ambos tienen una fabulosa oportunidad de convertir América Latina en una versión americana de la Unión Europea, y ambos están hoy muy lejos de conseguirlo. Sus actuales dirigentes son nacional-populistas; México se considera más norteamericano que sudamericano; Brasil, que fue sede del imperio portugués, no acaba de verse integrado con el resto de los latinos; los países latinos están empantanados en nacionalismos decimonónicos; en cuanto a Centroamérica, con la excepción de Panamá y Costa Rica, más bien parece un conjunto de Estados fallidos, dependientes del tráfico de droga y de las remesas de sus emigrantes. Tendría que ocurrir un milagro, pero no mayor del que tendrá que ocurrir en África y Oriente Medio. Y sin embargo... ¡la historia siempre termina dando sorpresas!
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