Valdecilla, más que un hospital
Martín Alonso Zarza
Santander
Viernes, 15 de noviembre 2019, 16:31
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Martín Alonso Zarza
Santander
Viernes, 15 de noviembre 2019, 16:31
El 90 aniversario de Valdecilla merece bien el reconocimiento que le tributa El Diario Montañés. Las páginas del suplemento de hace unos días son un homenaje a una institución que tanto ha contribuido y sigue haciéndolo al bienestar colectivo, de Cantabria y de más allá. ... La idea de bienestar desborda el ámbito clínico, como lo hacía la concepción original de la Casa de Salud según intentaré mostrar para ampliar el foco del reportaje citado.
Si desde el punto de vista médico la cuádruple función (asistencial, docente, investigadora y preventiva) proporcionaba a la institución un perfil innovador, este se amplificaba en una visión ambiciosa que incorporaba lo científico, lo cultural y lo social. Para ilustrarlo basta mencionar dos datos: la elección de una figura tan destacada en su vanguardismo estético y su compromiso social como Emiliano Barral (muy bien relacionado con Luis Quintanilla con quien colaboró en el monumento madrileño a Pablo Iglesias) para esculpir el busto de Ramón Pelayo y la adopción de la tipografía de la Bauhaus. Todo ello necesita a su vez ser puesto en un telón de fondo que ahora resulta lejano: el papel de Santander como foco de irradiación de esa España representada por el impulso reformista de la Institución Libre de Enseñanza y el aliento artístico de la Generación del 27. Tal protagonismo tiene, junto a Valdecilla, otras dos expresiones: el Sanatorio Nacional Marítimo de Pedrosa convertido en institución puntera para el tratamiento de la tuberculosis –«Ministros, subsecretarios, directores generales, comisiones científicas internacionales y españolas que desfilaron por el Sanatorio Marítimo de Pedrosa ensalzaron la alta función social», refiere El Cantábrico, 06/08/1935– y la Universidad Internacional de Verano, fundada por Fernando de los Ríos, nombrado por ello hijo adoptivo de Santander.
Pero mejor concretar estos datos. Si hay una persona que ejemplifica el conjunto de los registros mencionados y que entonces daban lustre a Santander, es la del doctor Juan González-Aguilar. Por la vertiente médica, además de ser el artífice de la renovación del Sanatorio de Pedrosa citada, en Valdecilla cubrió los diferentes flancos de la investigación, la docencia y la clínica. La última como jefe de la Clínica de Huesos y Articulaciones; la docente como profesor de la Escuela de Enfermeras (en dos de sus tres cursos), ponente asiduo en el Instituto Médico de Postgraduados (consúltense sus Anales de esos años) y, señaladamente, sirviendo de enlace entre Valdecilla y la Universidad Internacional, en cuyos cursos intervino en varias ocasiones, y, por último, la investigadora en un elenco de publicaciones buena parte de ellas desaparecidas por las razones que enseguida mencionaré y que son las mismas que han relegado su nombre al olvido.
Dos datos, además de su condición de becario de la Junta de Ampliación de Estudios y de su participación en numerosos congresos internacionales, dan cuenta de su talla académico-profesional: es miembro fundador de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología (Secot) y, según recoge una publicación de esta organización a cargo de Alfons Fernández Sabaté, formó a tres generaciones de cirujanos, ortopedas y traumatólogos. Que fuera él el encargado de dictar la Conferencia inaugural en Valdecilla el 3 de enero de 1930, a la que siguió la intervención de Gregorio Marañón, es un indicador de su prestigio.
A ello hay que añadir su condición de militar; permaneció fiel a la República tras el alzamiento y ocupó el cargo de Jefe de Sanidad de la Marina. La derrota significó el exilio y el olvido; también su expulsión de Valdecilla por las autoridades franquistas, según un documento recuperado por Mario Corral. Por su casa argentina pasaron figuradas destacadas de la España peregrina; fue allí vecino de Manuel de Falla, al que el médico y sus hermanos músicos dedicaron un sentido homenaje poco antes de su muerte. En una fotografía de 1946 aparece junto a Falla y su hermana, su hermano el laudista Paco, el pianista Donato Óscar Colacelli y Rafael Alberti. Desde el lado profesional pudo retomar la docencia y publicar un reconocido manual de su especialidad. Su muerte pasó desapercibida y su legado ha quedado en la oscuridad.
González Aguilar es una de las figuras desaparecidas en el agujero negro de la memoria, del que, afortunadamente, han salido otras como Luis Quintanilla cuya obra podemos admirar en el Paraninfo. A la vista de lo que representa este médico humanista cabría esperar que tanto desde Valdecilla como desde la UIMP o la ciudad de Santander (¿una placa en villa Piquío donde vivía en 1936?) se reivindicara su memoria. En todo caso es una historia que engrandece el currículo de Valdecilla -como, por cierto, el proyecto de archivo histórico, con un fondo documental aún por explorar, lo mismo que el fondo antiguo de su biblioteca, enorme, precioso y en gran medida inédito- y muestra tanto la vanguardista y social ambición de su concepción original como el ascendiente del Santander de esos años.
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