Secciones
Servicios
Destacamos
Santander será uno de los lugares de observación de un nuevo eclipse de sol visible en el Norte de España el 12 de agosto de 2026; en Santander, durante 1 minuto y 4 segundos, a las 20 horas y 27 minutos.
Santander ya vivió la ... observación de un eclipse total de sol el 18 de julio de 1860. El eclipse, según la Memoria de la Real Academia de Ciencias, fue un acontecimiento de extraordinario interés para la comunidad científica europea y supuso un acontecimiento en la historia de la ciudad. Al acontecimiento del eclipse se sumó que los santanderinos pudieron ver y visitar durante 16 días el Himalaya, en su momento, el barco más grande del mundo. Según Rafael González Echegaray, «…era de casco de hierro, esbeltísimo y con tres palos. Tenía proa de violín y aparejo de fragata y el palo mayor medía 120 pies desde la cubierta inferior».
Por primera vez grupos de astrónomos de diferentes países decidieron coordinar los trabajos preparativos para la observación de un eclipse total de sol con la circunstancia de que se observaría en la península ibérica en una franja, en el Norte entre Luarca y Bermeo y por el Este entre Denia y Palma de Mallorca. Astrónomos de Inglaterra, Francia, Suecia, Rusia, Noruega, Portugal, Italia, Suiza, Baviera, Prusia y España decidieron compartir sus trabajos previos y, en su momento, la observación desde España. La Royal Navy puso a disposición del director del Observatorio de Greenwich el Himalaya porque necesitaba transportar material muy pesado, entre otros un telescopio que pesaba dos toneladas y un fotoheliógrafo que el astrónomo inglés Warren de la Rue había hecho construir en Rusia y con el que se podían obtener fotografías con un tiempo de exposición de décimas de segundo.
En el Himalaya, una de las treinta expediciones procedentes de once países que vinieron a España, viajaron los científicos ingleses, rusos, noruegos y suecos. El 9 de julio desembarcaron en Bilbao los astrónomos que harían sus observaciones en puntos de Álava, Burgos, Zaragoza Castellón y Valencia, y el día 10 fondeó frente al Promontorio de San Martín donde permaneció hasta el día 26. En Santander desembarcaron ingleses, suecos y noruegos que montaron observatorios, entre otros lugares, en Reinosa y Picos de Europa y en Santander lo hicieron en Cajo y en la Peña del Cuervo. De la Guía de Santander de Remigio Salomón, publicada en 1861, recojo: «Animados los santanderinos fueron coronando el Paseo del Alta, la cima de Peñacastillo, los muelles, las azoteas y los balcones de la ciudad, ansiosos todos de contemplar tan sorprendente como extraordinario fenómeno.
Los semblantes se hallaban poseídos de cierta impresión particular como el que espera un grave acontecimiento en el cual no sabe la suerte que le aguarda: se miraban unos a otros al observar cómo el sol disminuía, y cuando la luna se hallaba próxima a la segunda tangente las miradas permanecieron fijas y con los relojes en las manos se miraban los minutos, los segundos y todo quedó en un profundo y religioso silencio, dejándose oír un grito unánime de exclamación que se escapó involuntariamente de todas las bocas. Momento fue este de un efecto mágico y sublime y nada es comparable a la sensación que produjo la súbita sombra que nos cubrió a todos haciendo del día noche (…) Era imponente el silencio de la campiña y la desanimación y soledad de los caminos y veredas, en cuyas blancas fajas no se advertía una sola interrupción que nos indicase un caminante.
De otro testigo, José Antonio del Río, que lo vivió en el Alto de San Bartolomé en Torrelavega junto a unas 500 personas y que años después publicó su recuerdo en Efemérides: «Desde dos horas antes esperábamos todos llenos de ansiedad, sacando los relojes durante ese tiempo centenares de veces, pero sin casi pronunciar palabra, que hasta tal punto preocupaba y embargaba el deseo de ver la oscuridad (…) Pero tras la noche de los tres minutos, precedida de un crepúsculo tan breve y admirable como todo lo demás, asomó el día radiante de grandeza y hermosura. Al ¡ya amanece! ¡ya amanece¡, pronunciado como si el amanecer fuera el de aquel sólo día, sucedió la contemplación del maravilloso paisaje que inmediatamente se presentó a nuestra vista».
En los ocho días posteriores al eclipse, en los que el Himalayacontinuó en Santander, las autoridades y la población festejaron a los astrónomos y a la tripulación de tan espectacular buque; como colofón disfrutaron de una corrida de toros extraordinaria, con Cúchares y el Tato, en la plaza de toros de la calle Santa Lucía que había sido inaugurada el año anterior. Encantados, el capitán pidió a Cúchares que él y su cuadrilla visitaran el barco vestidos de luces, tal como estaban en la plaza. El Himalaya pudo visitarse todos los días; vinieron expediciones de las provincias limítrofes e incluso de Madrid. Más de 4.500 personas visitaron el barco. Con una tripulación de 213 personas podía transportar 400 pasajeros. «En su sala central podían comer al tiempo 648 hombres, con comodidad y bien servidos, desde su cocina económica colocada en el centro (…) la preciosa vajilla, los muchos platos montados y los muchos y solícitos camareros vestidos de toda etiqueta que servían, llamaban extraordinariamente la atención» (R. Salomón).
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.