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El Diario Montañés del 31 de enero nos regaló a los lectores, en portada, una de las espectaculares fotografías de lo que de forma habitual ... provoca el encuentro de la fuerza desatada del mar con la paciente naturaleza de la isla de Mouro; espectáculo que moviliza a la ciudad para asombrarnos, una y otra vez, con su belleza y que queda reflejado en la cada vez mayor cantidad de fotografías que se envían a la red. No se cita a la isla como uno de los iconos de la ciudad pero su nombre se encuentra en numerosos documentos históricos. Quiero recordar tres importantes referencias del último tercio del siglo XVI, cuando en los documentos aparece con el nombre de Isla de Mogro, como se conocía hasta que, en 1788, el cartógrafo Vicente de Tofiño publicó el primer Atlas Hidrográfico de España en el que figuraba como Isla de Mouro y así quedó nombrada.
Importante, a nivel universal, fue la publicación de la obra de Georg Braum 'Civitatis Orbis Terrarum' en la que aparece el conocido plano de Santander que dibujó Georg Hoefnagel. La obra, publicada entre 1572 y 16l8, consta de seis volúmenes y Santander está incluido en el segundo publicado en 1575; aunque Casado Soto considera que el dibujo se realizó con anterioridad pues el dibujo del castillo es anterior a la reforma realizada a partir de 1570. La inclusión de Santander en este mapa confirma la importancia del puerto por el que Castilla exportaba a Europa su producción y el éxito de la edición de esta obra: en 1624 ya se conocían 46 ediciones, sin duda promocionó Santander. Curiosamente la extensión del texto de Braum es superior a la mayor parte del espacio dedicado a otras ciudades. Braum, que no estuvo en nuestra ciudad, indica que el texto fue realizado con la información que le dieron «indígenas» que él conocía, sin duda mercaderes montañeses que residían en Flandes, que quisieron recordar la isla que no aparece en el dibujo. Casado Soto en su obra 'Santander. Una villa marinera en el siglo XVI', traduce íntegro el texto, del que transcribo la cita de la isla: «En medio de la boca de esta bahía hay un escollo al que llaman la Peña de Mogro. Aquí hacen su nido gran número de aves que los habitantes del lugar se deleitan en tomar durante la estación propicia».
Antes, en 1569, una real cédula concedía a Juan de Escobedo el nombramiento de «alcaide del Castillo de San Felipe y de las Casas Reales de Santander». Juan de Escobedo, montañés nacido en 1530, se cita sin estar documentado, nacido en Colindres, secretario del Consejo de Hacienda de Felipe II, bien relacionado en la Corte, emparentado con el duque de Éboli, había solicitado realizar la reconstrucción del castillo muy deteriorado y la real cédula citada autorizaba a Juan de Escobedo la edificación de una casa-fortaleza para su morada en el solar que ocupaba el ya viejo castillo, junto a la Abadía, lugar principal desde el que se contemplaba la bahía y donde no llegó a vivir por su prematura muerte. Lo que no se le concedió, se cree que por intervención de Antonio Pérez, fue la construcción, que también había solicitado, de un castillo-defensivo del puerto, en la isla de Mogro. El proyecto de esta defensa del puerto se realizó, cinco años después, al construir el castillo de San Salvador de Hano en la península de La Magdalena. Juan de Escobedo, secretario y hombre de confianza de don Juan de Austria, fue muerto en una emboscada de sicarios de Antonio Pérez, en la noche del lunes de Pascua de 1578. Una placa en el encuentro de las calles Almudena y Mayor de Madrid sigue recordando este lamentable suceso. En la noche de Santiago de 1812, transcurridos dos siglos y medio, la escuadra naval inglesa que había llegado para ayudar a los guerrilleros españoles en la lucha contra la ocupación francesa, capturó la isla de Mouro y desde ella abatieron totalmente los castillos de Hano y Lacerda en La Magdalena y posteriormente, entrando en la bahía, el de San Martín.
A José Luis Casado Soto también debemos la publicación íntegra, en su citada obra, del 'Memorial de algunas antigüedades de la villa de Santander' de Juan de Castañeda, sacerdote, de padre santanderino y madre burgalesa, en cuyo trabajo, fechado en Burgos en 1592, se hace una detallada referencia al islote de Mogro. «A la entrada de una ría que hay, en la cual cabrían más de mil navíos, hay una gran peña descubierta en medio de la mar, entre la cual y la tierra va la canal. Esta peña es llamada la Peña de Mogro (…) en la cual se crían muchas palomas que unos por granjería y otros por recreación las van a cazar. Nace en esta peña una hierba que llaman perejil de mar, de la cual, adobada, suelen llevarse barriles de ella a muchas partes de Castilla y otras partes del reino por ser planta saludable y para algunos gustosa y que se halla en pocas partes».
La aventura de la construcción del faro (1860) y la azarosa vida, casi robinsoniana, de los dos permanentes fareros hasta que en 1921 se consiguió electrificar el funcionamiento del faro, merecería otra historia.
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