La educación de Cantabria vive una inédita crisis, provocada por la repentina supresión del primer tramo de descanso que establecía el calendario escolar del curso ... 2020/21. Para unos, mover cinco días de descanso de aquí para allá no tiene mayor importancia. Para las familias, ha sido una grave trastorno y motivo de preocupación. Para el alumnado y el profesorado, ha sido doloroso haber trabajado denodadamente contra las enormes dificultades añadidas en medio de la pandemia y verse privados del necesario descanso. Por las circunstancias concurridas, todo ello ha sido vivido como una desconsideración hacia la comunidad educativa; y, por una buena parte, casi como una traición.
Y ha tenido que ser el Tribunal de Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) quien ha puesto las cosas en su sitio dictaminando que no había motivo para hacerlo, en un auto brillante por la lucidez y profundidad de las reflexiones educativas, que ha aportado a toda la sociedad de Cantabria. Pero resulta preocupante que tenga que ser la justicia quien le recuerde a la administración educativa el cumplimiento de aspectos esenciales.
En primer lugar, que el calendario escolar afecta a una cuestión fundamental de la educación; que los centros educativos puedan realizar mejor la planificación y organización de su funcionamiento para el curso escolar; circunstancia que el propio tribunal relaciona directamente con la «efectiva realización del derecho a la educación».
En segundo lugar, que introducir cambios en aspectos del calendario escolar, que han sido fruto de negociación y consenso, debe atenerse y respetar el mismo procedimiento.
En tercer lugar, que, siendo el sistema educativo un pilar básico en la formación de las nuevas generaciones, no es el único; ni se puede descargar en él toda la responsabilidad del cuidado y atención a los niños y niñas.
El calendario escolar, la conciliación de las familias, el Acuerdo por la Educación en Cantabria son temas que subyacen en el debate educativo desde hace tiempo. El Foro de Educación Cantabria ha intentado aportar una reflexión con anterioridad; pero, dadas las circunstancias, es necesario volver a incidir y profundizar. El modelo de calendario escolar que se puso en marcha, por primera vez en Cantabria, en el curso 2016/17, persigue la redistribución del tiempo lectivo, a lo largo del mismo, en periodos más cortos, seguidos de descanso. Este modelo de calendario está extendido por casi toda Europa y avalado por estudios de investigadores como Testu (2008), Cavet (2011), Gromada y Shewbridge (2016); está basado en una mejor adaptación a los ritmos cronopsicológicos y cronobiológicos del alumnado para el aprendizaje y la convivencia a lo largo del año; en definitiva, orientado a beneficiar la salud física y el bienestar emocional y social del alumnado. Ese es el sentido y la esencia del calendario escolar. Y, puesto que rige la vida de la escuela, ha de organizarse con criterios pedagógicos con propósito transformador y orientado hacia una mejora educativa; sin interferencias de criterios económicos, turísticos o religiosos. No es, por tanto, una mera distribución, sin más, de días lectivos y de vacaciones.
Queremos recordar también que este modelo de calendario escolar es una de las medidas recogidas en el Acuerdo por la Educación de Cantabria, aprobado por todos los sectores de la comunidad educativa y ratificado por unanimidad de los partidos políticos en el Parlamento regional. Esto le otorga un valor indiscutible como hoja de ruta; por tanto, cualquier modificación al respecto debiera seguir el mismo proceso. Además, la puesta en marcha y desarrollo de este calendario fue evaluada por el Consejo Escolar de Cantabria, en un proceso de «audiencias» llevadas a cabo a todos los sectores de la comunidad educativa. En el informe correspondiente se constataron ya algunos logros conseguidos en aspectos como la reducción de la fatiga del alumnado, el mejor equilibrio entre los tiempos escolares y sociales; y en la mejora de la convivencia.
En la práctica, el desarrollo de este calendario escolar ha supuesto cambios en la evaluación del alumnado, incluyendo una evaluación cualitativa en el mes de octubre que, a su vez, ha influido en la coordinación docente; pero también en una más temprana adopción de medidas para una mejor atención a la diversidad del alumnado. La implantación de este calendario vino, en su inicio, acompañada de una rica oferta de actividades para el alumnado en los tiempos no lectivos. Actividades que, además de facilitar la conciliación familiar y laboral y la implicación de la sociedad en la educación, ofrecen a la infancia y juventud un tiempo social distinto, también educativo, pero cuya naturaleza creativa, cultural, deportiva, etc., es diferente y complementaria a las realizadas en los centros educativos. Oferta que ha ido perdiendo fuerza y relevancia en estos últimos años. También queremos constatar que, tras el gran impulso del primer curso escolar, el desarrollo de diferentes aspectos que implicaba el nuevo modelo de calendario, que no dio tiempo a abordar en su primer año, no se ha continuado en los siguientes años.
Aspectos recogidos en el informe que, sobre el calendario escolar, elaboró el Consejo Escolar de Cantabria: «la necesidad de que se produzcan importantes cambios metodológicos, didácticos y de organización de agrupamientos, espacios y tipos de tareas, que conduzcan a modelos pedagógicos menos lineales en la manera de abordar el currículum, con más protagonismo del trabajo colaborativo y de propuestas más creativas y menos rutinarias». Aspectos todos de gran relevancia educativa, que compete impulsar a la administración educativa.
Por todo ello, desde el Foro de Educación Cantabria animamos a la Administración educativa a retomar el diálogo para desarrollar con fuerza y convencimiento el modelo de calendario, que debería de ser una nota de identidad de la educación de Cantabria. Sólo desde el consenso y el acercamiento de posiciones pueden evitarse situaciones como las vividas, caracterizadas por una gran confusión en los centros educativos y en las familias. Igualmente, consideramos que una buena forma de retomar ese consenso sería que la Consejería de Educación diese cumplimiento y desarrollase al Acuerdo por la Educación en Cantabria, que constituye una excelente hoja de ruta para la labor que debe llevar a cabo esa consejería en los próximos años; tal como se comprometió la consejera al inicio de la legislatura.
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