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Ordenando carpetas, cajones y archivos, hace mucho que necesitaba hacerlo y en una de esas carpetas me encuentro una foto que me hace recuperar una ... reflexión sobre un fenómeno que sucede probablemente en toda España y que en Cantabria parece que nadie discute; ¿es posible que los arquitectos locales no estén capacitados para realizar proyectos importantes? No se asusten, yo no lo creo pero...
La fotografía es del Conservatorio Jesús de Monasterio en General Dávila, en la antigua finca de Maternidad, la había guardado pues me pareció interesante y ahora, veinte años después vuelve a sorprenderme. Es un edificio contemporáneo que quizás no ha sido suficientemente valorado y puede deberse a que no fue ese tipo de construcción monumental y singular proyectada por un arquitecto estrella.
En los últimos tiempos, los grandes proyectos los firman los Moneo, Pianno, Chipperfield, Batlle, Roig, Zaera, grandes e indiscutibles arquitectos de los que no se puede nada más que agradecer su contribución a la historia mundial de la arquitectura. Pero dicho esto parece que los arquitectos locales no estarían capacitados para proyectar ningún edificio que no fuese una casa de pisos. Incluso para ordenar los Jardines de Pereda se contrató a un paisajista foráneo, Fernando Caruncho.
Cuando contemplamos con ojos críticos nuestro urbanismo, nuestra ciudad y observamos la obra de nuestros arquitectos, estamos obligados a reconocer que nos dejaron algunos edificios magníficos y vencedores del tiempo. Probablemente esto no les va a pasar a los actuales porque no van tener esa posibilidad, pues son relegados a una obra consumista y de segundo orden, bien es cierto que cedieron en algún momento al urbanismo especulativo pero admitido esto, nunca podrán demostrar su categoría porque no les dejaremos.
Recordemos; Santander se despide del medievo tardíamente, casi en el siglo XVIII y es a partir de entonces cuando se empieza a construir la ciudad que vemos ahora y en ella algunos arquitectos locales nos han dejado muestras de su buen hacer tanto en edificios coquetos y especiales como en grandes obras y hablamos solamente de Santander, en otra ocasión hablaremos de la comunidad. Muchos son los edificios que podríamos mencionar, algunos han pasado ya al recuerdo, como el Valdecilla de pabellones, aquel hospital tan moderno que fue referencia nacional. Persiste intocable el modélico Ensanche del siglo XIX, actual Paseo de Pereda con sus fastuosas viviendas que aún causan admiración y en las que intervinieron diferentes profesionales. Ellos proyectaron edificios institucionales como la Biblioteca Menéndez Pelayo, el Museo de Pintura o MAS, el Gran Casino, el Banco Mercantil, el Museo Marítimo del Cantábrico, la Estación Marítima, el llorado Teatro Pereda o las iglesias de los Carmelitas y Las Salesas y la enumeración puede alargarse hasta aburrir, y podemos dar un listado de muchos villas, palacetes, hoteles o casa de pisos, edificios privados elegantes y glamurosos; el Solaruco en Menéndez Pelayo, el Palacete de Cortiguera, el Palacete de los Pinares o Casa Santos en Santo Mauro o el Club de Regatas que fue Casa Pombo, entre otros.
Y recordamos a algunos de esos arquitectos locales que nos dejaron esa ingente obra, no fueron mediáticos ni estrellas, solo profesionales serios avalados por una trayectoria digna que nos legaron para valorarla y citaremos a Atilano Rodríguez, Rucoba, Pérez de la Riva, Rucabado, Lavín Casalis, Laredo, los Bringas, los González de Riancho, los de la Torriente, Sierra, Martínez del Valle, los Lastra, Fernández Quintanilla, Resines, Hernández Morales, Ricardo Lorenzo, Gutiérrez Soto, Ricardo Lorenzo y otros que me olvidaré y me perdonarán.
Por conocerlo desde el ámbito familiar, recordaré una historia que tiene que ver con estas cosas; en 1908 se convocó un concurso de ideas del que habría de salir la propuesta formal de una residencia real y, a dicho concurso, se presentaron los más prestigiosos arquitectos de la región; Lavín Casalís, Pérez de la Riva, de la Torriente, Laredo y el arquitecto británico Ralph Selden Wornum, lo que entenderíamos por un arquitecto estrella y que partía como favorito, autor del palacio Miramar de San Sebastián, residencia veraniega de Alfonso XII y del palacio de los Hornillos en Las Fraguas residencia del duque de Santo Mauro. También se presentó el tándem Bringas y González- Riancho, dos arquitectos noveles con 28 y 27 años.
En agosto de 1908 en San Sebastián, Alfonso XIII ante el asombro general elige el proyecto de Riancho y Bringas. El rey aconsejaría que les juzgasen con la perspectiva de los años. Creemos que fue un acierto, uno y otro proyectarían diferentes edificios que dan la imagen del actual Santander. Riancho firmará el Hotel Real, la Casa Pardo después Botín, el Palacete del Embarcadero, el Banco de Santander, la demolida Lonja del Pescado, la iglesia de los Redentoristas, la de San Francisco y la Gota de Leche, entre otros. Bringas dejará su sello en el Club Marítimo, en la Quinta Maza, en la Casa Muerza en el Alto de Miranda, en el Hospital Valdecilla, en el Banco Vitalicio de Castelar o en la desaparecida sede del Gobierno de Cantabria.
Algo similar sucede con el Conservatorio Jesús de Monasterio. Describen sus arquitectos, Joaquín Mantilla, Félix J. García Rodríguez y M. Soledad Rodríguez Leal que el volumen exterior es irregular, sugiriendo formas musicales y la disposición de los elementos de una orquesta. La planta circular responde a las tensiones que presenta la parcela como la luz y sus efectos y responde a elementos propios del espacio como la arboleda y la plaza, que obligan a que el edificio se integre en el conjunto creando una sucesión de espacios y evitando fondos de saco o zonas reprimidas.
La Consejería de Educación confió, en su momento, en unos arquitectos noveles y poco mediáticos; vuelvo a mirar la foto y me reafirmo, nadie lo diría.
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Ana del Castillo
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