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Cada 8 de marzo, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer nos recuerda lo mucho que hemos avanzado en la lucha por la igualdad ... de género, pero también lo mucho que queda aún por hacer. Y este año, la Comisión 8M ha puesto el foco en un aspecto que considero fundamental y a menudo olvidado: el papel que han de jugar los hombres en este cambio. Porque erradicar el machismo es tarea de toda la sociedad.
El feminismo no es una causa exclusiva de las mujeres. Es un movimiento por una sociedad más justa en beneficio de todos, una sociedad donde nadie vea limitadas sus oportunidades por razones de género. Sin embargo, todavía hay sectores que lo interpretan como un enfrentamiento entre los sexos o como una amenaza a ciertos privilegios. Nada más lejos de la realidad: el feminismo es la respuesta a desigualdades históricas y estructurales que solo pueden corregirse con un compromiso colectivo.
Históricamente, el peso de la reivindicación feminista ha recaído sobre las mujeres. Hemos sido nosotras quienes hemos liderado las movilizaciones, impulsado leyes y construido redes de apoyo mutuo. Y lo hemos hecho conscientes de que el machismo no es un problema exclusivo de las mujeres, sino una lacra que amenaza a toda la sociedad y que todos tenemos la responsabilidad de combatir.
Desde esta perspectiva, resulta alentador comprobar cómo cada vez más hombres se suman a la bandera de la igualdad y alzan su voz contra la discriminación. Campañas como la impulsada este año por la Comisión 8M buscan precisamente visibilizar esos testimonios de los hombres, en los que reconocen y asumen su papel en la construcción de una sociedad libre de desigualdades y se declaran abiertamente feministas.
No se trata de ceder espacios, ni de restar protagonismo a las mujeres en su propia lucha, sino de hacer propia una responsabilidad compartida. Porque el machismo también perpetúa estereotipos que limitan a los propios hombres, impidiéndoles expresar sus emociones, conciliar su vida laboral y familiar o escapar de un modelo de masculinidad basado en la imposición y la competitividad.
Para que la igualdad sea real, es fundamental que los hombres tomen conciencia de los privilegios que han tenido históricamente y se cuestionen los roles de género que perpetúan la desigualdad. Actitudes cotidianas como compartir las responsabilidades domésticas, ceder espacios de liderazgo en los entornos laborales y políticos o denunciar comportamientos sexistas son acciones clave. Porque la deconstrucción del machismo empieza en lo cotidiano y se refleja en los grandes cambios sociales.
Evidentemente, el compromiso masculino con el feminismo no debe reducirse a gestos simbólicos, sino plasmarse en los espacios donde se toman decisiones que afectan a la igualdad. Desde el entorno laboral hasta el familiar, pasando por la política y la educación, es necesario un cambio de actitud que trascienda el simple apoyo verbal y se traduzca en acciones reales.
Desde el PRC, siempre hemos defendido que la igualdad debe ser una prioridad transversal en las políticas públicas. Esta misma semana hemos impulsado un acuerdo del Parlamento de Cantabria, apoyado por todos los grupos políticos con la única excepción de Vox, que recoge propuestas fundamentales, comenzando por el reconocimiento expreso al papel fundamental de los movimientos asociativos de mujeres en la lucha contra la discriminación.
Y junto a ese reconocimiento, hemos reforzado el compromiso institucional de Cantabria con la igualdad de género, un compromiso que conlleva la garantía de financiación que requieren las políticas de igualdad en todos los ámbitos de la gestión pública. Es el modo de avanzar, por ejemplo, en la prevención y atención a las víctimas de violencia de género, con más medios en la red de asistencia y nuevos apoyos para las mujeres en riesgo.
La iniciativa recoge otras propuestas fundamentales, como la implementación de planes de igualdad en las empresas, la lucha contra la brecha salarial, el refuerzo de la educación en valores igualitarios y la mejora de los servicios de conciliación, sin olvidar la protección de colectivos especialmente vulnerables, como las mujeres en el medio rural, las mujeres con discapacidad o las mujeres migrantes.
En este sentido, resulta clave la implicación del sector empresarial junto a las administraciones públicas para garantizar que la igualdad no sea sólo un principio teórico, sino una realidad palpable en el día a día de la ciudadanía. La transparencia en las retribuciones, el acceso equitativo a puestos de responsabilidad y el refuerzo de la formación en igualdad son pasos imprescindibles para cerrar las brechas de género.
Estamos, por lo tanto, ante una causa colectiva que va mucho más allá de un día de marzo marcado de morado en el calendario. El 8M es una fecha para visibilizar las injusticias que aún persisten y renovar el compromiso con la igualdad, con la esperanza de que cada vez sean más las voces que se sumen a ese cambio tan necesario. Porque la igualdad no es una opción, es un derecho. Y porque un futuro sin desigualdades de género solo es posible si caminamos juntos hacia él.
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