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La noticia de que la variante india del coronavirus ha llegado a España está generando mucha preocupación, más que nada por las imágenes dantescas que nos llegan desde el país asiático. Es cierto que los datos asustan, más de cuatrocientos mil nuevos contagios ... y casi cuatro mil muertos al día, pero el problema no está únicamente en las mutaciones del virus. Los hospitales de la India se han desbordado, y no existe suficiente oxígeno médico para salvar vidas. Además, la campaña de vacunación avanza a un ritmo más lento que en los países europeos: hasta la fecha, poco más de un 2% de la población india ha sido inoculada por completo con alguna de las fórmulas aprobadas en el país. Resulta interesante señalar que, a pesar de la preocupación por la incidencia de este virus en la India, la OMS la considera una «variante de interés» y no «variante de preocupación»; aunque esta postura podría variar a medida que se recopile nueva información.
Según las noticias que nos llegan, el virus ha sufrido un total de 23 mutaciones del código genético en la India. Siete de ellas se encuentran en la espícula o proteína S, la que forma la corona del virus y que el microorganismo utiliza como llave de entrada a las células humanas. De entre ellas, tres resultan más preocupantes, porque podrían conferirle la capacidad de escapar a las vacunas. La variante india presenta un cambio que se asemeja mucho al que también se encuentra en variantes identificadas en Brasil y en Sudáfrica. Este cambio se ha asociado con cierta capacidad de escape de la respuesta neutralizante de los anticuerpos, y por eso se sospecha que podría aportarle la misma habilidad a esta nueva cepa.
De confirmarse esta capacidad de algunas cepas del coronavirus, la eficacia del programa de vacunación se vería comprometida, y afectaría tanto a la protección de las personas como al control comunitario del virus.
La propia naturaleza de las vacunas actuales limita su capacidad de protección ante las mutaciones del coronavirus. Tanto las vacunas de ARNm, Pfizer y Moderna, como las de vector viral, AstraZeneca y Janssen, además de la Sputnik V rusa, se han centrado en la proteína S, o en parte de la misma, como diana a la que dirigir los anticuerpos. Es por eso que las mutaciones que afectan a esta proteína comprometen la efectividad de las vacunas, algo que se podría esquivar utilizando el virus completo, como está haciendo Luis Enjuanes en el CSIC. De esta forma, todas las proteínas del virus estimulan la respuesta inmunitaria.
La buena noticia es que, con estas tecnologías de producción de vacunas, resulta muy sencillo modificarlas para hacer frente a estas mutaciones, así que, si alguna de las nuevas cepas del virus consigue eludir la protección de las vacunas, enseguida tendríamos disponible una nueva versión efectiva contra la misma. Aunque tendríamos que volver a empezar la campaña de vacunación desde cero, eso sí.
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