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Este último sábado, día 20 de noviembre, se cumplieron ochenta y cinco años de las muertes de Buenaventura Durruti y de José Antonio Primo de Rivera, ambos por arma de fuego y en los albores de nuestra Guerra Civil. La fecha de los fallecimientos, ... compartida más tarde (y quizás forzadamente) por Franco, aún colea porque, en España, a estas cosas, se las deja siempre colear. El anarquista y el fundador de Falange, populares pirómanos contra la paz y la democracia liberal, expiraron el mismo día en una siniestra e igualadora maniobra del destino.
Lo de Durruti aún permanece en la nebulosa: una bala perdida o un arma que se dispara accidentalmente. Debajo, las sospechas contra los comunistas a los que ya comenzaba a sobrarles la indisciplina de la CNT. José Antonio, preso desde marzo de 1936, fue juzgado (es un decir) y fusilado en Alicante. Como dos raperos de costas diferentes, la violencia que cantaron les costó la carrera y la vida. El anarcosindicalismo fue, sin embargo, doblemente vencido en España, sufriendo, primero, los ataques de los estalinistas (lean, por favor, el 'Homenaje a Cataluña', de Orwell o vean 'Tierra y Libertad', de Ken Loach) hasta ser, finalmente, aplastado por el bando nacional.
Por su parte, Primo de Rivera se convirtió, durante los años siguientes, en el mito de la España nacionalcatólica. La 'leyenda del ausente' y el asentimiento de los falangistas, vinculando su suerte a la del Régimen del 18 de julio (con excepciones como la de nuestro paisano Manuel Hedilla), alimentaron las raíces ideológicas de un «tinglado», en palabras de Dionisio Ridruejo, que, en realidad, sólo creía en la omnipresencia de las sotanas y en el poder de los fusiles y del dinero. La «España faldicorta» que prometía José Antonio fue, en resumen, la del incienso y el caudillo bajo palio. Escaso botín.
José Antonio Primo de Rivera tiene, eso sí, una biografía que puede resultar interesante, a condición de que se la asuma como derrota. Hijo de un dictador que muere triste y solo, abogado competente y político vocacional, pronunció unas cuantas frases rimbombantes, presentadas con la estética y la cobertura marcial del fascismo. Su papel durante la Segunda República fue el de participar en la erosión de las bases democráticas por la derecha (sí, por la derecha), mientras otros lo hacían por la izquierda. Fundó un partido que apenas cosechó apoyos electorales y cuyos más altos dirigentes fueron asesinados nada más estallar el conflicto. En esa época, con Stalin, Hitler y Mussolini como grandes 'influencers' europeos, hubo gente, también, que aguantó el tipo y la tentación. ¿Qué día murieron, por ejemplo, Julián Besteiro o Miguel Maura?
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