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Miguel Ángel Blanco fue asesinado por ETA el 13 de julio de 1997, tras ser secuestrado tres días antes. Hoy se cumplen veinticinco años de ... su desaparición a manos de la banda terrorista y de que esta sometiera al conjunto de la sociedad española a un chantaje imposible a cambio de la vida del joven concejal del Partido Popular en Ermua. La reacción unánime de la población para salvar a Miguel Ángel haciendo ver a ETA que estaba más sola que nunca en su empeño liberticida se convirtió en una vigilia estremecedora de manifestaciones multitudinarias, también en Cantabria. En una espera angustiosa de ciudadanos aferrados a un hilo de fe en la piedad improbable de los terroristas que acabaría rompiéndose con la fatídica noticia. ETA cumplió su amenaza obligando a Miguel Ángel a arrodillarse en una pista forestal para acabar con su vida por la espalda. País Vasco y España entera se fundieron en un abrazo sollozante, arropando entre la impotencia y la rabia a Consuelo y a Miguel, sus padres, y a su hermana Mari Mar.
Pero hubo quienes no tuvieron dudas en situarse desde el principio al lado de los asesinos. Quienes ofrecieron a ETA la cobertura del silencio primero, de la justificación después y del olvido finalmente. Ni siquiera mostraron un mínimo de compasión hacia aquel joven de 29 años, víctima de la sinrazón más sádica. Tampoco se sintieron concernidos por el clamor popular que exigió la liberación de Miguel Ángel y condenó a los tres días su asesinato, demostrando así que para la izquierda abertzale la autodeterminación era en realidad un subterfugio totalitario a imponer bajo la dictadura etarra. La minoría sectaria del hacha y la serpiente no mostró ni un resquicio de humanidad, y lo peor es que hoy continúa tratando de ocultar el mal declarando que «aquello nunca debió suceder». Como si lo acaecido hace veinticinco años fuera ajeno a la deliberada decisión de acabar con la vida de un concejal del PP tras mantenerle cautivo para quebrar con su muerte la entereza ciudadana y la solidez de las instituciones.
El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco hizo evidente que los esfuerzos por la paz no podían basarse en la esperanza de que algún día los terroristas dejaran de serlo. Que era necesario proclamar la libertad como bien que alcanzar y como camino para acabar con ETA. En aquellos escalofriantes días surgió el 'espíritu de Ermua', sin cuyo empuje no habría sido posible la derrota de la banda terrorista.
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